Monday, February 06, 2006

Sicilianos y mexicanos

Una de las proposiciones más interesantes del Instituto Renacimiento, que fundó en Palermo el exalcalde Leoluca Orlando para frenar el delito, ha sido la de promover una “cultura de la legalidad” entre los ciudadanos. Las organizaciones civiles se han movilizado y, efectivamente, junto con la acción gubernamental, han logrado abatir los índices de delincuencia, a tal grado que en algunas ciudades del mundo —como Tijuana y el Distrito Federal— se ha querido aprovechar la experiencia palermitana.
El proyecto no es fácil porque una “cultura de la legalidad” es algo que se va formando a lo largo de la historia y no en pocos años. Tiene que ver con la educación en la escuela y en el seno de la familia. Tiene que ver también con la práctica de la ley y el comportamiento de los jueces y los policías. En la más optimista de la previsiones, es de esperarse que la adopción de ciertos modelos extranjeros para la lucha contra el crimen no sea una imitación extralógica.
El asunto de fondo se refiere a de qué manera los ciudadanos viven la ley, cuál es su relación con lo jurídico en la vida cotidiana. Ese sentido de la justicia se va afinando con el tiempo y la gente sabe cuáles son sus derechos y dónde empiezan los derechos de los demás. Sabe asimismo cuál ha de ser su actitud ante al Estado y ante su representante más inmediato, la policía, si la obedece o no, si la soborna o no, si le teme o le tiene confianza.
Curiosamente lo que está en el origen de la mafia siciliana, como fenómeno rural, es una posición ante la ley: la desconfianza que los sicilianos sentían ante la administración de la justicia que les imponía un poder extranjero, el de los Borbones españoles que gobernaban la isla. Así, la mafia empezó como un sistema de justicia informal paralelo al del Estado conquistador y el capo mafioso era una especie de juez de paz.
Sólo después de la segunda guerra mundial, luego de haber cobrado sus favores de espionaje a los aliados para al desembarco del general Patton en Sicilia y exigir que a ciertos capos mafiosos se les hiciera presidentes municipales, la mafia se internacionalizó, entró al negocio de las drogas y reforzó sus relaciones con las "mafias" de Estados Unidos. Pero, en sus principios, la mafia se movía por su deseo de hacerse justicia al margen del Estado dominante.
En los sicilianos ha habido, pues, una “pasión por lo jurídico”. En Sicilia el crimen pasional, por ejemplo, según cuenta Marcelle Padovani, no nace de la verdadera y propia pasión, de la pasión del corazón, sino de una especie de pasión intelectual, de una pasión o preocupación de formalismo, ¿cómo decirlo?, jurídico. “Después nos enteramos de que el habitante de Regalpetra, si tiene una media hora que perder cuando va a la ciudad, no se priva de darse una vuelta por los tribunales, a costa de perder el tren.”
Si hay un clima mental parecido entre México y Sicilia tal vez se debe a que tenemos en común, sicilianos y mexicanos, semejante pasado español: el Santo Oficio de la Inquisición, cierta herencia árabe que a nosotros nos llega por España y la lengua española, la actitud judeocristiana ante la sexualidad, la imaginación para la venganza como modo válido de hacerse justicia por propia mano, las sutilezas barrocas de un poder que puede ser a un tiempo mafioso y político, y la bandera tricolor garibaldiana.
Algunos resabios de la Inquisición debe de haber en México… extensiones, prolongaciones, dilataciones de la historia… en algunos hábitos procesales, en la práctica cotidiana de nuestro derecho penal. El profesor don Elpidio Ramírez Hernández está convencido de que en México “el juicio penal en su integridad es una depurada inquisición. Este es el juicio penal que se vive e México, a lo largo y ancho de la República. Este es el juicio penal que padecen los acusados pobres”.
Nuestro sistema penal se ha querido mixto: acusatorio e inquistorial, como si pudieran coexistir dos términos a los que sólo los une la contradicción. La verdad es que, en última instancia, se trata de una inquisición pura.
“La averiguación previa es, lisa y llanamente, una inquisición, y lo es porque todos los actos son realizados por y ante el Ministerio Público sin la presencia del juez y del defensor. Es una inquisición a cargo del Poder Ejecutivo, que actúa a través del Ministerio Público”, añade el penalista mexicano.
La asociación simbólica entre México y Sicilia, lejos de ser peyorativa, podría asimismo asumirse como no tan mala: como una firme creencia en el imperio de la ley y en la auténtica división de poderes. El estereotipo siciliano de lo malo, lo mafioso, se evapora cuando se constata que la democracia no es impotente para luchar contra el crimen y que cuenta con un instrumento que la tiranía no tiene: el derecho.
Sicilia, por lo demás, no sólo es mafia. También es la cuna de dos premios Nobel de literatura: Salvatore Quasimodo y Luigi Pirandello, y de escritores como Vitaliano Brancati, Alberto Savinio, Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Elio Vittorini, Gesualdo Bufalino, Vincenzo Consolo, Leonardo Sciascia, Matteo Collura, y del más notable de los discípulos de Fermi: el físico Ettore Majorana que tuvo en sus manos la fórmula de la fisión nuclear antes que Werner Heisenberg.

No comments: