Friday, February 22, 2013
El botiquín de Mario
Nos gustaba mucho a
Mario y a mí, a Santiago y a Óscar, cruzar la línea e ir a las tiendas de
segunda mano de San Diego a comprarnos polainas, cantimploras, cascos del Army,
chamarras de aviador de cuello de borrego, gorras de estambre verde olivo. Un
chamarrón de la Navy no pasaba de veinte dólares. Los jeeps se vendían en 300
dólares armados y a 150 desarmados en un caja de madera, junto con el
legendario comando militar Power Wagon o el willys que le sirvió a Fernando
Jordán para conquistar las brechas de la Baja California.
Era a finales de los años 40 y todavía
quedaban en el Army Surplus sobrantes de las batallas del Pacífico y de la gran
invasión de Normandía. Con esos aditamentos muy propios de la sastrería militar
de la segunda guerra quienes tocábamos los tambores en la banda del Instituto
de Agua Caliente (que se fundó en las instalaciones del antiguo casino) nos
disfrazábamos de marines en los desfiles del 16 de septiembre. Pintábamos de
blanco el casco y las polainas. Todavía resonaban en nuestro imaginario
colectivo las cosas que se decían: que los japoneses preparaban un desembarco
por el golfo de California, apagones generalizados y que los camuflajes de
alambre de gallina y redes de heno eran para proteger las fábricas de aviones de
San Diego y los acorazados y submarinos del puerto a fin de evitar otro Pearl
Harbor.
Así como el Willy Insunza se fue de
marine, Mario Villanueva hizo lo propio. Con no más de seis meses de
entrenamiento como paramédico en Point Loma, se embarcó para Vietnam. No se le
daba mucha publicidad a estos envíos desde San Diego, pero en la colonia Cacho
nos enteramos de que el hijo de la Marianita estaba en una foto de su casa
vestido con el uniforme de gala de los US Marine Corps: kepí blanco, casaca
azul marino, pantalón azul celeste con una banda roja de la cintura a los
tobillos, como de carabinero italiano.
Murió en Khe Sanh. No se pudo recuperar
su cuerpo y se le catalogó como desaparecido. Cuando un jeep de los USMC se
estacionó en frente de la casa de Marianita, una muchacha teniente le entregó
una cajita de lámina verde olivo, First Aid Kit, un botiquín con lo
indispensable para curar heridas, desinfectarlas, vendas, mercurio cromo,
pomadas. Decía la joven que Mario había diseñado ese botiquín, especialmente
para zonas de bombardeos y minas y morterazos. La base de Khe Sanh fue rodeada
por ocho divisiones del ejército de Vietnam del Norte y allí murieron miles de
combatientes gringos y guerrilleros del Vietcong. Había la duda sobre el
estuche de primeros auxilios. Nunca se supo con exactitud si era un invento de
Mario o la copia de un botiquín de la guerrilla tupamara. Traía alfileres,
torniquetes, algodón, pinzas y agujas, hilo tripa de gato, jabón, una arena
antihemorrágica, un pito, alcohol yodado, tapabocas, tijeras afiladas, curitas,
termómetro, agua oxigenada, parches oculares, y una botellita de salsa Tabasco.
Subscribe to:
Posts (Atom)