Sunday, April 23, 2006

La vida de cuadritos

M o b b i n g


Buscar en Google la palabra mobbing:
acoso moral o psicológico en el trabajo.



Asomarse a: http://www.mobbing.nu

Las relaciones entre subordinados y jefes suelen ser muy neuróticas en México, tal vez desde los tiempos de la Nueva España, tal vez más en el ámbito de la burocracia que en el de la empresa privada. Hay una tendencia, al margen de que la administración pública sea del PRI, del PAN o del PRD, a humillar a los colaboradores o empleados. A veces se acoplan la propensión al servilismo del trabajador (secretario, ayudante, chofer, guardaespaldas) a la prepotencia del jefe. De hecho, una manera cariñosa pero también autodenigratoria es llamarle al prójimo que paga “jefe, mi jefe, sí mi jefecito”.
Cuando un funcionario del gobierno municipal, estatal o federal quiere echar a la calle a alguien le hace el vacío. Actúa como si el compañero no existiera. Se le borra. Se le declara inexistente en la vida cotidiana de la oficina. Poco a poco la secretaria o el ayudante se va disminuyendo, y aparte se le sabotea o se le hace la vida de cuadritos. Hasta que se va. No se le dice váyase, no nos hace falta, sobra. Está usted despedido. No. Como el novio que no se atreve a cortar a la novia, hace ciertas cosas para que ella tome la decisión de marcharse. A la mexicana.
Todavía la cultura priísta está en las relaciones de trabajo, en la Secretaría de Relaciones Exteriores, por ejemplo, o ¿habría que decir la cultura de los mexicanos de siempre? En cuanto el antes subordinado asciende de puesto y llega a ser el jefe, se instala a puerta cerrada: hace esperar a la gente, contrata a sus parientes y amigos, les busca un hueco haciéndole la vida de cuadritos a una colaboradora o a un asesor. No lo toma en cuenta. No lo saluda. No le habla. Decreta su inexistencia porque así se lo permite el poder que por otro lado le permite rodearse de “ayudantes” innecesarios, una corte de guaruras y secretarios que se adelantan a pagarle la cuenta en los restaurantes o a hacerles la cola en los mostradores de los aeropuertos, en la madrugada. Como un reyecito. Como un encomendero de la Colonia.
Es lo que Juan José Millás llama el “acoso moral en el trabajo”, que produce tal daño que va matando de manera silenciosa.
“Así como el torturador revienta a la víctima sin producirle un solo moretón, el acosador moral es capaz de golpear a la suya sin dejarle una huella. Esta clase de violación (el acosador moral es fundamentalmente un violador) se viene practicando desde épocas inmemoriales, pero sólo ahora empieza a reconocerse como una patología.”
En España la Universidad de Alcalá de Henares ha documentado, con estudios estadísticos, que un millón y medio de españoles son víctimas del acoso moral en las relaciones laborales. A la mejor las trasposiciones culturales no son exactas (pensar que todos nuestros defectos nos vienen de la península ibérica), pero la verdad es que aquí estuvieron y que en cierta y parcial forma los españoles nos constituyen: en la práctica judicial, en la convivencia conyugal, en el machismo consistente en no dar educación universitaria a las mujeres, en no heredarlas porque antes que ellas están los hombrecitos. Una de las líneas de reportaje constante en el periódico El País, editado en Madrid y reimpreso el mismo día en México, es el que indaga sobre la violencia familiar: el maltrato a la esposa, los golpes, las cuchilladas. No es nada raro que en Andalucía o en la civilizada Ciudad de Madrid (si ellos nos endilgan el “Ciudad de México” traduciéndolo de Mexico City, ¿por qué no habremos de revirarles el “Ciudad de Barcelona”?) un juez suelte a un golpeador para que de inmediato el angelito regrese al seno conyugal a matar a su esposa. Un día sí y otro también El País abunda en estos casos. “Pero si esa influencia más bien es árabe”, dice el Bebe Zamudio, mi amigo de Caborca. “Lo que pasa es que a nosotros nos llega por España.”
A la destrucción de la persona que trabaja porque tiene necesidad del sueldo se añaden gestos denigrantes, si no el acoso oblicuamente sexual o social, sí el acoso psicológico: la malditez de hacerlos pasar por un rito de humillación cuando, recién inagurado el sexenio, llega el nuevo jefe o la nueva jefa con todos sus cuates y sus amigochas. No les dicen ya se acabó su contrato, ustedes estaban por honorarios. No. Los dejan parados o sentados por ahi sin decirles nada. Llegan los nuevos y les toman sus escritorios, hablan por encima y a través de ellos como si estuvieran pintados, y ni siquiera los gratifican. Estaban “por honorarios”. Y, así, el acoso mental sigue siendo parte del sistema, como en los mejores tiempos de don Adolfo Ruiz Cortines.
Lo dice mejor que yo Juan José Millás, el novelista español, uno de los inventores de la columna que se ocupa de cualquier cosa, de “cosas de poca importancia”, como decía León Felipe. Dice que en toda relación de poder hay un punto de manipulación psicológica y que señalar la frontera entre el uso adecuado y el enfermizo de la autoridad no es tarea fácil, sobre todo mientras no adquiramos conciencia de ser o haber sido víctimas de este tipo de tortura.
“El terror laboral se transmite por vía jerárquica, a través de la cadena de mando. Cuando en una empresa desembarca un presidente o un director general que es un hijo de perra, los mandos intermedios se transforman en hijos de perra. Y el que muestra reparos para morder a sus congéneres es marginado de inmediato, convirtiéndose en víctima de lo que no ha podido practicar. Hay oficinas que al final del día están repletas de cadáveres.”
Es muy imoortante que se cultive en México la cultura de la protesta contra el acoso mental en el trabajo. Porque es una injusticia y la gente no sabe manejar esta violencia sorda, cobarde, invisible (en la Secretaría de Relaciones Exteriores, por mencionar un solo caso).
Es necesario que corra la voz: que hay en internet muchos espacios para informarse, de juicios que se han realizado en España en contra de los jefes injustos y abusivos. Basta poner la palabra mobbing en Google y allí hay material de sobra para escoger.

No comments: