Antes en la prensa escrita y en el periodismo audiovisual no se recaudaba la visión de los traficantes, su percepción del país, su sentido del honor y sus códigos de ética, su preocupación por la desigualdad social y su relación con representantes del Estado. Pero ahora la cosa ha cambiado, acaso por la profusión de hechos y de dramas que siguen teniendo lugar en la guerra del Estado mexicano contra el crimen. No han faltado libros ni series televisivas, como la colombiana El cártel de los sapos, que da casi parcialmente el punto de vista de los delincuentes y puede parecer una celebración o una defensa del mundo que recrea.
Ya estaba esta perspectiva en libros como La reina del Pacífico, de Julio Scherer García: la historia de un personaje contada por ella misma, Sandra Ávila, que ha visto desde adentro el tejemaneje del narco. Ha estado también exhibido el criterio moral del hampa en ese portento de la narrativa audiovisual que es Los Soprano, cuya idea procede tanto de El Padrino como de Buenos muchachos. La visión de los malandrines se homolga con la de los policías. Incluso hay un estudio etnográfico que trata de indagar la mentalidad prevaleciente en los protagonistas pero también en sus familiares y amigos: Conversaciones con el desierto, de Natalia Mendoza Rockwell, publicado por el CIDE. Es un ejemplo de cómo debe estudiarse la cultura de ese fenómeno social desde el punto de vista antropológico.
La narrativa televisiva de El cártel de los sapos es tan fluida como adictiva: no se puede dejar de ver. Los productores de Caracol dicen que sólo querían dar a conocer el punto de vista del narcotráfico. Lo cierto es que el encanto de los personajes, los diálogos en los que el habla colombiana no es el menor de sus atractivos, las guapísimas amantes de los capos, dan cuenta de este mundo privilegiando y de su glamour. A cualquier adolescente, en consecuencia, la encantaría hacerse narco. Los personajes se la pasan bomba, tienen carros de cien mil dólares, fincas espectaculares con alberca, camionetas de lujo blindadas, avionetas y jets, comen y beben estupendamente. Pero también no deja de verse que el narco es una locura. Convoca a seres a quienes les gusta vivir al borde del abismo, en la adrenalina diaria a salto de mata, en la violencia tarantiniana asumida como adicción.
Sin embargo lo que más ha llamado la atención es un blog que anda por ahí en el espacio cibernético: “El cártel desde adentro”. Se supone que lo cuenta muy bien un testigo protegido (o un escritor profesional que finge ser un testigo protegido) que da su versión de muchos hechos ya conocidos. Lo más sospechoso es su talento narrativo, impensable en una ciudadano de estirpe delictiva. Pero lo más interesante son los cientos de visitas que ha tenido, todas anónimas, y su lenguaje: se intercambian insultos y reproches. Su territorio es el Noroeste y bien podría denominarse Tijuacán, una fusión de Tijuana y Culiacán. La novedad es que en una de esas visitas se propone la creación de vigilantes, de grupos paramilitares que actuarían no contra el Estado sino contra la criminalidad organizada.
Thursday, January 29, 2009
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment