Sunday, December 03, 2006

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Thursday, November 09, 2006

La intimidad del desierto

A Marina Ruiz Girón

¿De qué manera el narcotráfico ha incidido en el imaginario colectivo de un pueblo sonorense? Ése es el tema de la tesis de Natalia Mendoza Rockwell:


LA INTIMIDAD DEL DESIERTO. Moral, identidad y tráfico de drogas en un lugar complicado. Reflexión etnográfica.

Su análisis de las percepciones que en el pueblo de Santa Gertrudis se tienen sobre el trabajo, el dinero, los bienes de consumo y la ostentación abre caminos interesantes para el estudio del crimen organizado y su implantación en comunidades específicas en otras ciudades del país. La misma metodología etnográfica podría transferirse a una ciudad fronteriza como Tijuana para estudiar, por ejemplo, cómo la sociedad tijuanense ha asimilado la cultura del narco e integrado en sus esferas más altas a familias y parientes de narcotraficantes. También podría imaginarse un análisis de los cambios que se han producido en la moral ambiente, en las relaciones laborales y amorosas, de todo el país: una suerte de indagación en los cambios de mentalidad a nivel nacional.
¿Qué consecuencias ha tenido la economía criminal en el imaginario colectivo del mexicano?
La estudiante del Colegio de México —que tuvo como director de su tesis a Fernando Escalante Gonzalbo— se acerca a los habitantes de Santa Gertrudis como entrevistadora de campo.

* * *
—¿Al patrón de tu papá lo has visto? ¿Lo has visto?
—Es chaparrito, siempre de trajecito. Nunca en la vida me ha tocado ver a una persona con tanto pinche dinero y que sea tan servicial, tan buena gente. A los burreros les habla de por favor, de usted. Y siempre trajeadito. Es super educado, por eso la gente luego le achaca que es joto. Lo que pasa es que es muy educado y político para hablar.

· * *

—¿Has andado con judiciales?
—Con uno, con E.
—¿Cómo era?
—Es una misma pinche cosa. Yo no hallo mucho la diferencia entre judiciales y narcos. Hacen los mismo. Lo único es que trae charolita.
—¿Cómo era?
—Buena onda, medio mamonsón, típica actitud de mafiosito mamón. Andaba en lo mismo. Aquí nada más se trata de agarrar feria, a la gente le vale madre, Nadie, menos los judiciales, ninguna ley.

* * *

—El dinero del narcotráfico se parece al dinero de las apuestas, que es el otro que no dura y tiende a crear desgracias. No se gana, porque no implica trabajo.

* * *

—El tráfico de drogas ofrece una especie de subsidio, un tiempo de gracia, al viejo estilo de vida; permite mantener ranchos que ya no son rentables, permite no migrar y, sobre todo, no incorporarse al mercado del trabajo asalariado.

* * *

—¿Te has imaginado ser tú una mafiosa?
—Pues sí, alucinando, acá…
—¿Y cómo te imaginas?
—Perrón, acá, chingona. Con un carro poca madre, arreglada con batos pesados y la chingada…
—¿Alguna vez lo has hecho?
—No mames, morra, no te puedo contar eso. Siento como si mi amá me estuviera oyendo.

* * *

—Ahora ya no encuentras quién te limpie el corral o te arregle un cerco. Prefieren aventarse tres días burreando y ganar lo de un mes.
—¿Está mal?
—Para nada, es un trabajo como cualquier otro. Tiene sus riesgos, no es tan fácil, no matas a nadie. Que lo vean mal es otra cosa. Pero dinero fácil… dinero fácil pura madre. Es una pinche putiza.

* * *

La autora se pregunta si no fue el exotismo de la narcocultura lo que la llevó a ese pueblo del norte de Sonora. En lugar de ello se encontró con la vigencia de la moral y las normas rancheras de la tradición cívica sonorense. Sea como haya sido, su conclusión es que el narcotráfico como contracultura (los narcocorridos, la violencia, el machismo) es un fenómeno relativamente marginal. “Un cambio importante es un paulatino divorcio entre el esfuerzo y el mérito, que era uno de los pilares de la sociedad ranchera de Santa Gertrudis, una progresiva devaluación del esfuerzo físico”.
La gente se va al narcotráfico hormiga para hacerse de mil o dos mil dólares en un par de días, pero sabe que el “dinero fácil” también se va fácilmente de las manos.
“El dinero de la burreada te dura una semana, y se me hace mucho. En dos o tres días ya no tienes un cinco. Es rara la gente de aquí que se dedique al narcotráfico y que tenga algo.”
En cuanto a los criterios identitarios siempre hay diferencias y clases entre los nativos de Santa Gertrudis: el peligro viene del sur y los únicos que matan son los sinaloenses. No sólo no es lo mismo un narco colombiano que uno mexicano, sino que nadie en Santa Gertrudis diría que es lo mismo un narco del pueblo que uno de Sinaloa.
Nunca había habido tanto dinero, tantas casas lujosas, pero prevalece la sensación de que todo se derrumba, de que todo y todos están corrompidos, de que el precio moral que se paga por ese auge es excesivo. Con la coca las borracheras duran más.
Lo paradójico es que Santa Gertrudis es un pueblo moderno: con una carretera que lo parte por la mitad, a una hora de la frontera con Estados Unidos, con tres cafés de internet, con una enorme densidad de automóviles, teléfonos celulares y aparatos de televisión. Un lugar con un mínimo de analfabetismo, con seis escuelas primarias laicas; un lugar cosmopolita: donde hace muchos años llegaron chinos, japoneses, franceses y un par de griegos, donde pasan diariamente miles de personas de todo México y Centroamérica y algunos de Venezuela, Brasil, y hasta de Filipinas, Rusia y China.

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Thursday, October 26, 2006

Un lugar complicado

Natalia Mendoza ha hecho un estudio sobre los no invisibles efectos que el narcotráfico ha tenido en la moral de un pueblo sonorense. Cuando presenta su tesis con este tema en el Colegio de México, antepone a su título las siguientes palabras: “Un lugar complicado”. Se trata de una noción procedente de la etnografía, disciplina que se ocupa de las tradiciones y las costumbres de los pueblos.
Este es el título completo:
“La intimidad del desierto. Moral, identidad y tráfico de drogas en un lugar complicado.”
Pero dentro de las costumbres y la moral ambiente alteradas en los últimos 25 años, prácticamente de una generación a otra, lo que se palpa de manera concreta son los cambios que se van dando en las relaciones laborales, entre patrón y empleados, pero también en la dinámica interna del grupo familiar. Nadie se alarma ya de que quiera casarse con la hija de uno un muchacho evidentemente involucrado en el tráfico de drogas. Uno de esos jóvenes que desaparecen de pronto una temporada y luego vuelven con camioneta nueva, botas de 500 dólares, y la cartera repleta. Todavía hace veinte años, un pretendiente semejante podría despertar objeciones entre los miembros de la familia. Ahora no. Incluso entra dentro del orden natural de las cosas que la novia se vuelva viuda en unos cuantos años, viuda joven y tal vez rica.
A pesar de que ha escrito su tesis para obtener el título de licenciada en Relaciones Internacionales, Elsa Natalia Mendoza Rockwell ha optado por un acercamiento etnográfico a esta zona del planeta que se encuentra a un paso de la frontera entre Sonora y Arizona. Ha creído pertinente desmarcarse de las elaboraciones metodológicas y demasiado abstractas para tender un cable a tierra y estudiar en vivo, a ras del suelo, lo que está sucediendo en Santa Gertrudis, porque lo cierto es que un estudio etnográfico permite entender cosas sobre el tráfico de drogas: la forma en que se arraiga localmente, su interferencia con otros asuntos de la vida comunitaria y las transformaciones que impone. “Permite mostrar la naturaleza porosa de lo que llamamos crimen organizado y poner en duda la imagen mediática que muestra a los cárteles como organizaciones impermeables divorciadas de las sociedades que las albergan.”
El narcotráfico no es sólo lo que los grandes capos y los políticos manejan como negocios de altura, campañas políticas electorales y muy altas finanzas legalizadas. El narcotráfico también es, en la vida cotidiana, el mundo de los burreros (en Tijuana se les dice burros) que cargan veinte kilos de mariguana en fila india a través de la frontera sin averiguar de quién son. O el de la una pareja que, para reunir el dinero suficiente para su boda, decide pasar 50 kilos de mariguana escondidos en el compartimiento secreto de un pick-up. A ese paquete escondido le llaman “clavo”.
¿Localmente se acepta el narcotráfico como una actividad legítima? ¿Qué posición ocupan las personas dedicadas al tráfico de drogas en la estructura social local? En realidad no hay un modelo sencillo que explique la relación de la comunidad con el tráfico de drogas; todo depende y todo está en discusión. Lo importante es entender la mentalidad del pueblo que le da cobijo. ¿Es bueno? ¿Es malo? ¿Es relativo? Según y cómo.
Santa Gertrtudis también es un lugar de paso: de tráfico de personas. Y es sobre todo la inmigración —en el pueblo todo mundo está haciendo negocio con comidas y hospedaje y lo que derraman en dinero los polleros— y no el narcotráfico lo que produce en la población la sensación de que todo el antiguo orden se está derrumbando. También la migración se vive como una amenaza directa a la comunidad.
Luego vienen unos capítulos sobre el beisbol, las carreras de caballos, las peleas de gallos y una exposición sobre el narcotráfico y la participación política.
Si Natalia Mendoza se atreve a hablar de cultura ranchera o cultura del tráfico de drogas en Santa Gertrudis, el pueblo de su familia paterna, es porque con ello entiende y desglosa la producción histórica, siempre conflictiva y ambigua, de significados y prácticas.
Santa Gertrudis tiene una atmósfera de “viejo oeste moribundo”. Tiene entre siete y catorce mil almas y es un pueblo poco adornado y con un verano de siete meses. Es un pueblo con orgullo ranchero, pero con la mitad de las hectáreas de riego semiabandonadas. Sus pobladores tienen vocación de ganaderos, pero tienen pocas vacas. Antes en Hermosilllo no se vendían boletos de autobús para Santa Gertrudis: tenía que pedírsele al conductor que, por favor, se detuviera junto a la iglesia.
Como en muchas ciudades del norte, al automóvil es un signo de identidad personal y de status social. Es mucho más que un medio de transporte enajenante e individualista. La gente se reconoce por el auto, se saluda de carro a carro con un sonido o un cambio de luces. En los autos se dan las conversaciones más íntimas, los negocios, el consumo de alcohol y de drogas, la seducción y las relaciones extramaritales.
Pero lo más importante es ir a “dar la vuelta". Se sabe de una familia que vivía en un rancho muy apartado. Los domingos, después de bañarse y vestirse bien, se subía la mitad de la familia a la camioneta, daba vueltas alrededor del rancho y saludaba desde el vehículo a la otra mitad del rancho que se sentaba enfrente de la casa para verlos pasar.


Tuesday, October 17, 2006

El yo fabulador

Cuanto se recuerda en la
vida adquiere con el tiempo,
precisamente por ser recordado,
un carácter narrativo, y acaba
viéndose, según el caso, como una
película, una novela o un relato.

—Javier Marías


Uno tiende a inventar y a contar mentiras no con el fin de engañar o proceder de mala fe sino para no dejar morir su imaginación. Tiene uno necesidad de referir historias, de contar para ser, porque por alguna enigmática razón sólo el trabajo de la memoria trastocada en narración es la que nos da una idea de quiénes somos: atañe esta labor narrativa a nuestra identidad personal. ¿Quién soy yo? ¿Cómo soy para mí mismo? ¿Cómo soy para los demás? ¿La idea que tengo de mí coincide con la idea que los demás tienen de mí?
Desde niños tenemos hambre de historias. Queremos que nos cuenten cuentos antes de pasar a ese otro mundo que es el sueño. Porque es posible que nuestra representación del mundo esté estructurada como una narración. Hay lingüistas que dicen —Mark Turner, por ejemplo— que siempre que hablamos estamos contando una historia. Digamos lo que digamos estamos desgranando una anécdota mientras introducimos y sacamos personajes, como si actuara en nosotros una cierta predisposición genética innata hacia la narración. Por eso el filósofo John Searle afirma que el lenguaje nos constituye y cohesiona a la sociedad:
“Los animales tienen grupos sociales, pro no tienen nada parecido a la civilización humana. ¿Por qué? Porque ésta es la consecuencia del lenguaje. El lenguaje no sólo facilita la civilización, sino que la crea. El dinero, las vacaciones, el gobierno, el matrimonio… todo está constituido por el lenguaje. El lenguaje es lo fundamental en las relaciones humanas.”
El gran escritor norteamericano William Maxwell, autor de la novela Adiós, hasta mañana (editorial Siruela) sostiene que lo que atribuimos a la memoria es una forma de narración que se desarrolla en la mente y se transforma al ser contada.
Jesús Ramírez Bermúdez, novelista y neurólogo, acaba de publicar su primera novela: Paramnesia (editorial Random House Mondadori). En una reciente conversación con Arturo García Hernández habla precisamente del acto de narrar o contar una historia. Habla de los juegos que ocurren en nuestra memoria cuando narramos algo:
“Cuando contamos algo nos decoramos a nosotros mismos; se da toda una distorsión de la memoria no por razones aleatorias, sino por ciertas necesidades de la identidad personal. Nos creamos una identidad y tenemos que mantenerla a toda costa, aunque a veces se disocie de lo que somos.” Y es que Jesús Ramírez Bermúdez sabe que la memoria inventa y no reproduce como cuando uno pone en funcionamiento un disco. La memoria es humana y por tanto sentimental. No puede separarse de la emoción.
Lo acaba de contar el novelista alemán Günter Grass. Casi todos sus libros son autobiográficos, pero en Pelando la cebolla habla de lo que nunca dijo.
Siempre había tenido grandes reservas a escribir algo autobiográfico:
“El autor tiene que trabajar con sus recuerdos, con su memoria. Y sabemos que la memoria tiende a embellecer situaciones, a presentar cuestiones muy complejas de una forma lo suficientemente simple como para hacerlas narrables.”
De ahí la desconfianza hacia la propia capacidad de memoria y hacia sus recuerdos. Grass quería escribir a un tiempo, tenía que ser una narración rota. Y con el tiempo le fue cogiendo gusto a esta forma de narrar porque le fue quitando las capas a la cebolla y leyendo cosas entre ellas. “Pero además se hacía posible algo nada fácil, que era coger a aquel niño del año 1939, una persona tan lejana ya de mí, y entrar en conversación con ella.”
Seguimos siendo como niños: a todas horas inventamos nuestra realidad. Dice Detlev Ganten que para ver el papel de la imaginación en la memoria no hay nada mejor que escuchar a los niños narrando sus experiencias.
Sin embargo, en la creación de la obra artística literaria —hecha en el silencio y en la soledad— parece que las cosas suceden de otra manera; al menos no tan deliberada y consciente. Hay quien cree que el yo más profundo del escritor es el que se manifiesta a la hora de escribir.
“La idea que recorre como una iluminación Contre Saint Beuve, y de hecho toda la novela En busca del tiempo perdido, es que quien ha escrito un poema o una obra que nos han conmovido no es esa misma persona de la que conocemos sus relaciones sociales, sus hábitos y la vida que ha llevado entre los hombres.”
Así lo dicen Antonio Mari y Manuel Pla en el prólogo a Contra Sainte-Beuve. Recuerdos de una mañana, el libro de Marcel Proust recientemente reeditado por Tusquets. Según ellos, el escritor es aquel que, en soledad y silencio, ha sido capaz de descubrir el secreto que se esconde en su interior, y que nunca habría podido conocer, ni dar a conocer, si no hubiera tenido la posibilidad de darle forma mediante la escritura.
El “yo” que escribe no es el “yo” que vive entre las cosas del mundo. El “yo” del artista es un yo interior, íntimo y particular, que busca expresarse y que jamás llega a establecer relación alguna con el yo histórico, mundano y contingente.
El que escribe es otro yo. Ni siquiera es el yo que se manifiesta en la pareja sexual. El otro yo es el que verdaderamente escribe y queda plasmado entre las páginas del libro.


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Oro azul

Maude Barlow y Tony Clarke, que han dedicado su vida en Canadá a la batalla ecológica por un mundo más habitable, llaman la atención sobre la posibilidad —muy real, muy previsible— que de que en dos o tres décadas más el planeta deje de tener agua suficiente. Su muy bien documentada argumentación se encuentra en Blue Gold: The Fight to Stop the Corporate Theft of the World's Water. Ed. The New Press New York, 2002
Su alarma no es sólo suya. Un vicepresidente del Banco Mundial advirtió el año pasado:
"Las guerras del siglo que viene serán sobre el agua."
La crítica más acuciosa de los autores apunta a las grandes empresas transnacionales que comercian con el agua potable, como Evian, Coca Cola, PepsiCo, Naya. Al paso que vamos, estrenando el siglo, la dotación natural de agua será insuficiente. Por lo pronto en Inglaterra y Francia, donde el agua ya se ha privatizado (como en Argentina), empieza haber algunos signos de escasez. Diez son las compañías que dominan el mercado internacional y entre ellas las que se llevan la parte del león son dos francesas: Suez y Vivendi.
Otros libros —como Water, de Marq de Villier, Cadillac Desert, de Marc Reisner, y Every Drop for Sale, de Jeffrey Rothfeder— se han ocupado del mismo tema, pero Blue Gold se distingue por el análisis económico del agua como un recurso a la baja.
Las empresas de agua embotellada, en cuanto a utilidades, son de las de mayor crecimiento hoy en día y las reglamentaciones nacionales que intentan regirlas abundan en huecos legales. Compran a los estados los derechos para explotar los flujos de agua "fresca y natural" al tiempo en que se empiezan a secar no pocas fuentes.
Amparados en la libertad comercial y el "espíritu de nuestra época", el mercado libre comúnmente aceptado según el "consenso de Washington", las transnacionales del agua toman poco en cuenta los problemas derivados de las sequías y el control de las aguas destinadas al riego en las zonas agrícolas. No atienden el interés general de la población ni les inquieta el hecho de que el consumo mundial de agua se duplique cada veinte años, más del doble de la tasa de crecimiento poblacional.
Contra lo que podría presumirse —por la abundancia de lluvias en muchas áreas del globo, y la capacidad cíclica de la Tierra para recuperarse—, los autores abundan en datos que ilustran el descontrol y el abuso de las transnacionales y sostienen que la oferta natural hidrográfica no es inagotable. Creen que el agua no debe privatizarse. Ya se está viendo, añaden, que las familias pobres pagan más por el agua que sus vecinos ricos. Coca Cola y Pepsi, además, ya se apropian de los suministros municipales. Por otra parte, el problema no está disociado del de la contaminación de las presas, los lagos y los ríos. Todo es ganancia. Hasta por el agua potable tenemos que pagar.
Y es que el agua, dicen, no se puede tratar igual que otros recursos, como una simple mercancía. Aparte de una necesidad, el agua es un derecho. Es un error que algunos gobiernos concedan el control de los derechos del agua a las grandes corporaciones. Es un error que en los tratados comerciales, como el celebrado entre México y Estados, se abra la posibilidad legal de hacer concesiones de agua a los comerciantes.
Su proposición plantea varias metas que hay que alcanzar; sugiere una estrategia para legislar correctivamente el problema, y toma en cuenta la participación de las organizaciones ciudadanas.
El enfoque de la obra es económico y político. Analiza las crecientes ganancias de las empresas y expone datos sobre el impacto ecológico. Con todo, su información no es excesivamente técnica y es comprensible para cualquier lector.
La contribución más importante de la obra es que amplía el nivel de conciencia respecto a la problemática del agua en el mundo.
Una de las críticas que se le han hecho a Blue Gold insinúa que es un poco superficial en el examen de ciertas regiones y que al descargar toda la responsabilidad a los grandes negociantes —los malos de la película— se descuidan otras causas de la crisis del agua en el mundo. Sólo, dicen, se menciona en Blue Gold muy de paso la agricultura, que utiliza el 70 por ciento de los recursos acuáticos. Mejorar los métodos de conservación del agua (racionalizando los sistemas de riego o promoviendo el goteo al estilo israelita) podría permitir sustanciales ahorros. No se le da, por otra parte, suficiente crédito a organizaciones que se han esforzado por atenuar el desperdicio del agua, ni se pone énfasis en la educación de los consumidores que la desperdician en la vida cotidiana.
El estilo de la exposición es llano y está más cerca del ensayo periodístico que del análisis académico. Tiene cerca de 300 páginas y no se aprecia ningún tramo inútil. Es posible que peque de inexactitud en algunos datos, como los que se exponen sobre el hundimiento de la ciudad de México.
"La ciudad de México, literalmente hablando, se está quedando sin agua. Dicen los expertos que la ciudad podría secarse completamente en los próximos diez años." Y la crisis no se limita a la capital. Los años de sequía han dejado al estado de Sonora "tan seca como un hueso".
Lo que se subraya en el libro es el reconocimiento del agua como parte esencial de la vida y el derecho de todo ser humano al agua, independientemente de su status social o económico.

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La degradación de la Condesa

El deterioro de la colonia Condesa en el DF nos ha puesto a reflexionar no sólo en la serie de estructuras abusivas bajo las que vivimos todos los mexicanos sino en la inexistencia misma del Estado. El Estado ya no existe cuando en lugar de atender al bien común se gobierna a favor de intereses particulares y de grupo. Cuando la autoridad legal y legítima no puede o no quiere ponerle límites a la codicia insaciable de los comerciantes entonces sucede que quienes verdaderamente gobiernan la ciudad son los comerciantes.
En el caso particular de esta muy habitable y encantadora zona del DF es paradigmático, a nivel micropolítico, de lo que probablemente esté sucediendo en el cuerpo todo de la nación: unos cuantos grupos de hombres de negocios (que no elegimos) y políticos amigos suyos acaparan todos los contratos oficiales y deciden qué rumbo ha de llevar la economía nacional.
Sucede esto en una época en que predominan los gobernadores, presidentes municipales, secretarios de Estado, diputados, senadores, y jueces de todas las instancias, que están en el poder por el poder mismo: exclusivamente para hacer negocios con sus amigos.
Una de las pruebas de la inexistencia del Estado en México es que antes un telefonazo a Televisa por parte de la Presidencia o de Gobernación ponía a temblar a los ejecutivos del heredero de los Azcárraga. Ahora sucede lo contrario: un telefonazo de uno de los ejecutivos de Televisa a las oficinas de Los Pinos o de Bucareli es el que pone a temblar a los funcionarios.
¿Cuándo es cuando no hay Estado?
Cuando, por ejemplo, un abusivo dueño de estacionamientos decide subir las tarifas de un día para otro. No hay autoridad que se lo sancione y ese comerciante se conduce como le da la gana, es decir, como si no existiera el Estado.
Lo que está sucediendo con la colonia Condesa es que hoy más que nunca la delegación Cuauhtémoc está dado con demasiada facilidad y laxitud permisos (cosa que suele exacerbarse a finales de sexenio) para abrir un bar en cada esquina. La colonia de las jacarandas más bellas del Valle está a punto de convertirse en la nueva Zona Rosa de la capital. Existen en la Condesa bares y cantinas en la vía pública con una beligerancia que no se autoriza ni en la Zona Rosa ni en la avenida Revolución de Tijuana: taburetes y barras en la banqueta.
Esta alteración de la convivencia civil está asociada al momento en que Jorge Hank Rhon, presidente municipal de Tijuana, abrió un negocios de apuestas justo en la intercesión de Tamaulipas y Nuevo León, donde antes estaba el cine Plaza. Los books, el bingo, la cultura del dinero rápido y de la adicción al juego que promueven estos centros autorizados por Santiago Creel cuando creía que iba a ser candidato, empiezan ya a tener su ola expansiva de degradación urbana. Empieza a cambiar el tipo de clientela que antes circulaba por la Condesa. Y todo por eso: porque los comerciantes, en ausencia de la autoridad formal, nos gobiernan. Los comerciantes con sus vallas publicitarias, las mismas que acabaron con la dignidad y el encanto de Polanco; los comerciantes de los valets parking y el racket que establecen con los dueños de restaurantes.
Abusos. Puros abusos. Vivimos en un país en el que lo habitual es el abuso y el sometimiento. Nadie se indigna, ni siquiera cuando le roban unas elecciones presidenciales. Todo mundo se calla y se somete. ¿Por qué? Porque estamos acostumbrados al abuso. Pagamos un servicio de cablevisión y la empresa que da el servicio nos hace ver a fuerzas una cantidad insoportable de anuncios. Si vamos a los cines de Cinepolis o Cinemex, la empresa tiene a bien regañar y ofender al público son su burda propaganda contra la piratería y olvida que ella misa, la empresa michoacana, está abusando de los espectadores cuando le impone a fuerzas la visión de unos anuncios interminables antes de que empiece la película por la que pagaron cuarenta pesos. O sea, les cobran por ver anuncios. Y no hay ley que lo autorice o lo prohíba.
Estos abusos —en un país en el que no existe el Estado o en el que el poco Estado remanente no defiende a sus ciudadanos, de los banqueros extranjeros, por ejemplo— a veces vienen en pareja: Aeroméxico y Mexicana, Televisa y Televisión Azteca, Pepsicola y CocaCola, Compañía de Luz y Fuerza del Centro y Comisión Federal de Electricidad. No veo una pareja de bancos (los abusivos de las tarjetas de crédito), pero me gustaría aparejar a HSBC y a Citibank que en México opera con la careta de Banamex. Cobran lo que les da la gana y no hay Estado que les ponga un límite, acaso porque los consejos coordinadores de empresarios se ponen con su vaquita para la elección de los panistas. Trabajan en parejas, como los policías, que también abusan en la Condesa con sus grúas.
No es agradable reconocerlo, pero la administración pública de cualquier partido, del PAN, del PRI, o del PRD, es igual de mala y abusiva. Los panistas tienen ya veinte años gobernando Baja California y no se ha visto que sean diferentes a los priístas.
Los políticos son los políticos independientemente de la cachucha que se pongan en los mítines.

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El enigma de Calamajué

Federico Cota me escribe desde Tijuana y me dice que ya encontraron el helicóptero.
Hacía catorce años que la nave andaba perdida. El 21 de abril de 1992 desapareció en la sierra de Calamajué, por el rumbo de San Luis Gonzaga, cerca del paralelo 28, en el norte de la península de Baja California, y aparentemente sus tres pasajeros se proponían levantar un censo fotográfico sobre el borrego cimarrón. A bordo viajaban dos funcionarios de la antigua Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología (Sedue), el biólogo Gonzalo Medina González y el inspector Rafael Rebollar Bustos, y el piloto texano Lloyd Kolbe, excombatiente en Vietnam, que no registró la entrada legal de su Hiller VH—2E en territorio mexicano y despegó desde Caléxico.
Una intensa búsqueda se llevó a cabo entonces por parte del ejército mexicano, la PGR, tres aviones del sheriff de San Diego, dos helicópteros de campaña de la Marina estadounidense y dos aeroplanos de carga Hércules, pero fue en vano. El Ministerio Público Federal consideró improbable que la nave se hubiera hundido en el Golfo de California o que hubiese estallado en el aire.
La noticia sobre el descubrimiento del helicóptero hecho pedazos se dio desde el 16 de septiembre. Prácticamente todos los periódicos sostuvieron que el número de cadáveres era de tres. Sin embargo, los astutos reporteros de La Crónica, de Mexicali, tuvieron a bien incorporar a esta historia un tinte de novela policiaca: de los tres pasajeros sólo se descubrieron dos cuerpos según el número de cráneos rescatados, sin rastros de pertenencias personales, a excepción de unos lentes Ray Ban.
“Personal de la Procuraduría General de Justicia del Estado en Ensenada informó que los restos óseos hallados en la sierra de Calamajué pertenecen a dos cadáveres, lo cual fortalece la teoría de la supervivencia del tercer tripulante del helicóptero Hiller desaparecido en 1992.”
El artefacto fue localizado por unos vaqueros de las inmediaciones de Calamajué entre cañadas inaccesibles. Evidentemente el helicóptero se incendió al rozar las paredes del precipicio. Los animales que habitan la zona habrían dado cuenta de los restos; por ello catorce años más tarde sólo se encuentran un cráneo, un pedazo de mandíbula con un molar, otro trazo de cráneo y restos de huesos que fueron recogidos para la investigación forense.
El sitio donde se desplomó es un predio llamado Latomar, a cuatro horas de camino de la carretera Transpeninsular. En esos días llegaron a Mexicali Darren Kolbe y James Kolbe, hijo y hermano del censador de venados texano Lloyd Kolbe, piloto del Hiller.
Darren Kolbe dijo que en caso de que se confirmara que sólo dos cuerpos habían sido hallados o que uno de ellos no pertenece a Lloyd Kolbe encargarían una investigación para saber qué pasó ese día, puesto que los rancheros del campo Alfonsina’s vieron subir al helicóptero a tres individuos. El hijo de helicopterista dijo que iría a una cierta ciudad de Estados Unidos para hacerse la prueba del ADN a partir de una mínima fracción de los dos cuerpos.
El detective privado Tim Wilson, contratado por la familia Kolbe, afirma que sus según sus investigaciones entre 1993 y 1995 Rafael Rebollar Bustos, inspector de la Sedue, fue visto al menos tres veces con vida en los estados de Sonora y Wyoming. Incluso, en una ocasión fue detenido en un retén de migración donde quedó registrado su nombre completo.
El operativo de 1992 estaba patrocinado por una organización cinegética de California que aportó 54,700 dólares para el proyecto, promovido por el Consejo Nacional de la Fauna, con la idea de estudiar las posibilidades de que se restableciera la cacería del borrego cimarrón, todavía en veda (se llegaba a pagar hasta 50 mil dólares por un permiso subastado en Las Vegas), aunque se cazaba de manera clandestina en las islas Ángel de la Guarda y Tiburón y en las sierras de San Pedro y Calamajué.
El ermitaño Jorge Corral Sánchez vio pasar el helicóptero a las 9:30 de la mañana del 21 de abril de 1992, “con las hélices pandeadas hacia arriba” debido a su sobrecarga. Un pescador, Armando Uribe, vio a mediodía que el Hiller extraviado volaba hacia el este, rumbo a Sonora. Más tarde encontró una banderola triangular, color naranja, amarrada a una vara clavada en la arena de un arroyo. El mecánico del helicóptero desaparecido, Larry, reconoció esa banderola como parte del equipo del Hiller, pero no se detectaron huellas digitales en ella.
Más tarde la Sedue se convirtió en Secretaría de Desarrollo Social (y en esas danzas andaba entonces Luis Donaldo Colosio como secretario y precandidato) y el enigma quedó sin resolverse, a pesar de las especulaciones: se pensaba que tal vez los tripulantes del helicóptero se toparon con una zona prohibida, un proyecto militar, un sembradío de mariguana o unas minas de uranio. También se asociaba el nombre de Raúl Salinas Lozano con la caza del borrego cimarrón o con asociaciones cinegéticas dedicadas a esta especialidad.
Estela Vargas de Rebollar dijo entonces que recibió dos llamadas anónimas el 26 de mayo de 1992, en las que se daba por hecho que su esposo Rafael Rebollar Bustos aún vivía y se encontraba en una cárcel clandestina de Hermosillo.
Se sabe que alguien le había preguntado a Rafael dónde podía cazaba el borrego más grande. “En la isla Tiburón, pero en la costa sonorense”, le contestó. “Allá búsquenlo.”
Unos norteamericanos vieron subir un rifle al helicóptero y un enorme tanque de gasolina extra, con la forma de pago (dos borregos cimarrones) prometida al piloto Kolbe. Con el hecho contundente de no haberlos encontrado en Baja California, se conjeturó entonces que tal vez deberían buscarse en la isla Tiburón, frente a la sonorense bahía Kino o que nunca se sabría nada si cayeron al mar.

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Thursday, September 28, 2006

Parejas abusivas

El deterioro de la colonia Condesa en el DF nos ha puesto a reflexionar no sólo en la serie de estructuras abusivas bajo las que vivimos todos los mexicanos sino en la inexistencia misma del Estado. El Estado ya no existe cuando en lugar de atender al bien común se gobierna a favor de intereses particulares y de grupo. Quiero decir: cuando la autoridad legal y legítima no puede o no quiere ponerle límites a la codicia insaciable de los comerciantes entonces sucede que quienes verdaderamente gobiernan la ciudad son los comerciantes.
El caso particular de esta muy habitable y encantadora zona del DF es paradigmático, a nivel micropolítico, de lo que probablemente esté sucediendo en el cuerpo todo de la nación: unos cuantos grupos de hombres de negocios (que no elegimos) y políticos amigos suyos acaparan todos los contratos oficiales y deciden qué rumbo ha de llevar la economía nacional.
Sucede esto en una época en que predominan los gobernadores, presidentes municipales, secretarios de Estado, diputados, senadores, y jueces de todas las instancias, que están en el poder por el poder mismo: única y exclusivamente para hacer negocios con sus amigos. Son los casos de Aguascalientes, Sonora, Baja California, y casi todos los otros estados, gobernados no importa por cuál partido.
Una de las pruebas de la inexistencia del Estado en México, me decía un amigo por teléfono (Eduardo Clavé), es que antes un telefonazo a Televisa por parte de la Presidencia o de Gobernación ponía a temblar a los ejecutivos del heredero de los Azcárraga. Ahora sucede lo contrario: un telefonazo de uno de los ejecutivos de Televisa a las oficinas de Los Pinos o de Bucareli es el que pone a temblar a los funcionarios, incluso al vocero de Huatabampo.
¿Cuándo es cuando no hay Estado?
Cuando, por ejemplo, un abusivo dueño de estacionamientos decide subir las tarifas de un día para otro. No hay autoridad que se lo sancione y ese comerciante se conduce como le da la gana, es decir, como si no existiera el Estado.
Lo que está sucediendo con la colonia Condesa es que hoy más que nunca la delegación Cuauhtémoc, de la que hasta ahora ha sido responsable la señora Virgina Jaramnillo, está dado con demasiada facilidad y laxitud permisos (cosa que suele exacerbarse a finales de sexenio) para abrir un bar en cada esquina. La colonia de las jacarandas más bellas del Valle está a punto de convertirse en la nueva Zona Rosa de la capital. Existen en la Condesa bares y cantinas en la vía pública con una beligerancia que no se autoriza ni en la Zona Rosa ni en la avenida Revolución de Tijuana: taburetes y barras en la banqueta.
Esta alteración de la convivencia civil está asociada al momento en que Jorge Hank Rhon, presidente municipal de Tijuana, abrió un negocios de apuestas justo en la intercesión de Tamaulipas y Nuevo León, donde antes estaba el cine Plaza. Los books, el bingo, la cultura del dinero rápido y de la adicción al juego que promueven estos centros autorizados por Santiago Creel cuando creía que iba a ser candidato, empiezan ya a tener su ola expansiva de degradación urbana. Empieza a cambiar el tipo de clientela que antes circulaba por la Condesa. Y todo por eso: porque los comerciantes, en ausencia de la autoridad formal, nos gobiernan. Los comerciantes con sus vallas publicitarias, las mismas que acabaron con la dignidad y el encanto de Polanco; los comerciantes de los valets parking y el racket que establecen con los dueños de restaurantes.
Abusos. Puros abusos. Vivimos en un país en el que lo habitual es el abuso y el sometimiento. Nadie se indigna, ni siquiera cuando le roban unas elecciones presidenciales. Todo mundo se calla y se somete. ¿Por qué? Porque estamos acostumbrados al abuso. Pagamos un servicio de cablevisión y la empresa que da el servicio nos hace ver a fuerzas una cantidad insoportable de anuncios. Si vamos a los cines de Cinepolis o Cinemex, la empresa tiene a bien regañar y ofender al público son su burda propaganda contra la piratería y olvida que ella misa, la empresa michoacana, está abusando de los espectadores cuando le impone a fuerzas la visión de unos anuncios interminables antes de que empiece la película por la que pagaron cuarenta pesos. O sea, les cobran por ver anuncios.
Estos abusos —en un país en el que no existe el Estado o en el que el poco Estado remanente no defiende a sus ciudadanos, de los banqueros extranjeros, por ejemplo— a veces vienen en pareja: Aeroméxico y Mexicana, Televisa y Televisión Azteca, Pepsicola y CocaCola, Compañía de Luz y Fuerza del Centro y Comisión Federal de Electricidad. No veo una pareja de bancos (los abusivos de las tarjetas de crédito), pero me gustaría aparejar a HSBC y a Citibank que en México opera con la careta de Banamex. Cobran lo que les da la gana y no hay Estado que les ponga un límite, acaso porque los consejos coordinadores de empresarios se ponen con su vaquita para la elección de los panistas. Trabajan en parejas, como los policías, que también abusan en la Condesa con sus grúas. Es muy triste reconocerlo, pero la verdad es que la administración pública de cualquier partido, del PAN, del PRI, o del PRD, es igual de mala y abusiva. Los panistas tienen ya veinte años gobernando Baja California y no se ha podido ver que sean diferentes a los priístas. Los políticos son los políticos independientemente de la cachucha que se pongan en los mítines.

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Friday, September 08, 2006

El fraude perfecto

A Arturo Cantú,
in memoriam

Cuando voy al banco el cajero cuenta los billetes que me da. Luego, antes de entregármelos, los vuelve a contar. Yo hago lo mismo: por lo menos los cuento una vez en su presencia antes de retirarme de la ventanilla. Si soy supersticioso u obsesivo compulsivo los vuelvo a contar, aunque se impacienten quienes me preceden en la fila.
Esta claridad de ventanilla bancaria no la tuvimos en las elecciones. Por ahí se nos regateó algo. No se quiso contar los votos en su totalidad y muchos mexicanos —no todos: sólo unos quince millones— nos sentimos estafados. De pronto el honorable Tribunal accedió a revisar un porcentaje muy reducido de las urnas (unas 12 mil casillas) y encontró allí “irregularidades”, boletas de más, boletas de menos, boletas marcadas y sin doblar, pero argumentó que esos indicios no alteraban los resultados de la elección en su conjunto. Resolvió a discreción, a criterio, como hacen todos los jueces. No se fueron por la lógica de que “como muestra basta un botón” o el criterio que por lo general se aplica en estadística o en los cálculos de resistencia de un puente. Decidieron dar el todo por una parte, en mala lógica o en una muy curiosa lógica malintencionada.
Arguyeron los muy honorables jueces del Trife que si bien se dio una guerra sucia mediática por parte del PAN al final no encontraron elementos para demostrar que esa guerra de mentiras tácticas afectó a López Obrador. En otro párrafo, a partir de una opinión más política que jurídica, infirieron que el no asistir al primer debate le restó puntos a López Obrador. Luego de un leve regaño -para taparle el ojo al macho- justificaron la ilegal intromisión de Fox en la campaña porque accedió a una acuerdo de neutralidad y a la tregua de Navidad.
A lo largo de dos años una concatenación de apoyos —que culminaría con el aval del Trife— fue estableciendo una ventaja por parte de la Presidencia de la República y de organismos empresariales a favor del PAN, reforzada con la simpatía de los medios de comunicación audiovisuales y de un IFE que obraba de manera pasiva: no frenó, mucho menos al final, las campañas infundadas de odio y difamación.
El argumento estrella de quienes suponen la imposibilidad del fraude es que 900 mil ciudadanos no pudieron haberse puesto de acuerdo para un fraude “orquestado” o “maquinado” en las casillas, cuando a muchos les consta que el IFE se las hizo de tos a no pocos ciudadanos previamente seleccionados para sustituirlos por otros entre los que no faltaron los agentes de E. E. Gordillo que no carecían de experiencia como alquimistas electorales. Lo no “maquinado” o no “orquestado” no excluye la posibilidad del fraude sin adjetivos, puro y simple, el fraude hormiga que iría quitando uno o dos votos aquí y allá hasta abonar una suma significativa para el atraco.
Si en una casilla se recibieron 50 boletas y sólo votaron 250 ciudadanos debieron quedar 250 boletas sobrantes, pero resulta que eso no ocurrió en 7 mil 532 casillas del recuento, es decir, en el 65 por ciento. Si por otra parte votaron 500 ciudadanos este número debería ser igual al de los votos emitidos, pero resulta que en 8 mil 428 casillas del recuento no sucedió así: en el 72 por ciento.
Para los magistrados este conjunto de datos se convirtió en un punto ciego. No lo vieron o fingieron no verlo.
No pudieron sustraerse a las presiones: de los empresarios, la Presidencia, la Iglesia, la embajada de Estados Unidos, las empresas de medios de comunicación. No era fácil. El primer gobierno de la “transición” no podía pasar a la historia como el que alcahueteaba sin rubor una democracia fraudulenta.
¿Hacen política los jueces?
En el número 96 de la revista española Claves Juan Fernando López Aguilar escribe sobre la judicialización de la política y sostiene que los jueces encarnan el poder estatal por excelencia.
“En general los jueces se reconocen como exponentes de opciones político-culturales, dotadas todas ellas de idéntica legitimidad constitucional, desde las que inevitablemente leen la realidad y las leyes que aplican”, dice el magistrado español Perfecto Andrés Ibáñez,
”Saben que la neutralidad no existe y que la imparcialidad no es un a priori metafísico ni una unción religiosa, sino producto del respeto de los derechos y de las reglas procesales del juego, y muy en particular producto de la honestidad intelectual, que desde siempre está reñida con al falsa conciencia y con el autoengaño”.
La insatisfacción de estas nuevas instancias de poder y mediación ante los rendimientos de la responsabilidad política han contribuido también “a disolver el debate político en pseudodebates judiciales que prolongan, por descontado, el primero, al tiempo que convierten al juez en el nuevo augur, schamann, hombre-medicina de todos los litigios y contraposiciones de intereses que habrían debido encontrar una solución pacificadora en el circuito de la política.
Frágiles, humanos, beneficiarios de una política de muy altos sueldos (a pesar de que en nómina ganan 166 pesos mensuales, por otros conceptos acumulan en promedio 381 mil pesos al mes cada uno) los jueces con su decisión establecieron finalmente el circuito de la legalidad, pero no el de la legitimidad.

Sunday, September 03, 2006

La percepción manipulada

Entre nosotros y el mundo se coloca la lente mediática que no deja de trastornarnos la percepción de las cosas, la lectura de la realidad cotidiana, la comprensión de la película que se nos va pasando todos los días.
El propósito de toda operación de propaganda —militar o política, comercial o religiosa— es inducir el deseo, incidir en nuestra percepción y en la representación o la idea que nos vamos haciendo del mundo. Desde los años 30, cuando los aparatos de radio en cada uno de los hogares alemanes se volvieron vehículos masivos de la propaganda del Tercer Reich, su intrusión vino a alterar lo que hasta ese momento de la historia había sido la convivencia civil y política. La plaza pública dejaba de ser el único espacio en el que los candidatos entraban en contacto con sus partidarios. Se añadía a partir de entonces una amplificación: la que hizo posible —sin cables– el invento de Marconi. A partir de entonces los modos de hacer política ya no fueron los mismos. El votante ya no compite únicamente con el adversario sino contra la estructura audiovisual que, más sutil que descaradamente, apoya a ese adversario.
Los ciudadanos de la segunda mitad del siglo XX más o menos se hicieron a la idea de que así iban a ser las cosas y trataron de adaptarse al medio. Se temió, se juzgó, se ponderó el papel de la televisión. ¿Realmente este instrumento masivo podía ganar unas elecciones si se decantaba por uno de los candidatos?
Se suponía que no necesariamente. Era más probable que triunfara la manipulación en sociedades de escasa sociedad civil, poco politizadas, poco conscientes y poco consumidoras de la prensa escrita. En otras sociedades, en las que había por ejemplo un movimiento político, las posibilidades de que se impusiera la televisión no eran muchas.
Sin embargo, algo hay en el ambiente mexicano que nos indica un cambio. Se siente que el papel de la televisión en la política electoral no es igual al que llegó a tener hace quince o veinte años. No es igual: ahora la tele es más protagónica y determinante que nunca. Y esto no tiene nada que ver con los adelantos tecnológicos —la globalización de los sistemas de comunicación por medio de satélites— sino con el uso político, selectivo, intencional, de la información.
Nunca como ahora se sintió —al menos desde la subjetividad de este televidente— que la tele inclinaría la balanza hacia uno de los dos lados. Tan es así que ya ni siquiera es necesario mencionar a las empresas por sus nombres ni a los locutores (los nuevos guías espirituales de la nación) por sus apellidos. Todo mundo sabe de quiénes se está hablando.
Lo que importa de la propaganda televisiva es la
repetición, su efecto de conjunto. Sus operadores tienen que hacer el mayor ruido posible y el mayor número de veces para acallar los puntos de vista discordantes. No importa lo que diga éste o aquel escritor en un periódico o en una revista. Gana el que tiene más volumen en su sonido. Si la televisión, y un ejército de locutores en todo el país, día y noche, imponen el color del cristal con que han de mirarse las cosas entonces las cosas resultan ser de ese color.
Si nos ha quedado el mal sabor de boca de que la televisión fue la que realmente ganó las pasadas elecciones (y no sólo por lo que le entró en caja) es porque una sociedad electronizada es mucho más gobernable y manipulable que una sociedad alfabetizada. ¿De cien votantes en una fila en una casilla cuántos leen periódicos o revistas? ¿Cinco, seis?
La masa razona menos si no lee. Por ello la propaganda es más eficaz a través de los medios electrónicos, promotores de una suerte de analfabetismo regresivo que aleja al público de la cultura gráfica. La radio, la televisión, el cine, el video, difunden una cultura oral y visual que promueve en la población el alejamiento de la palabra escrita, impresa, los libros, las cartas, los diarios íntimos o literarios.
A medida que avanza la ciencia y se afina la tecnología en las telecomunicaciones, más habrá de suceder que la técnica se ponga en contra de la democracia electoral. Porque, como dice un académico de Nueva York, en nuestro tiempo gana el que mejor hace el fraude. La legalidad y el respeto del voto serían más costosos que la ilegalidad del fraude perfecto. Ya lo ha hecho George Bush en dos ocasiones en un país donde tradicionalmente el voto era sagrado, justamente en el país que tanto suscitó la admiración de Alexis de Tocqueville (1805-1859) y le impulsó a escribir La democracia en América.
Si en el país de la decencia y las libertades, como dicen los estadounidenses que es el suyo, se violenta ya la manifestación de la voluntad popular a través de las elecciones y de la propaganda mejor pagada, ¿qué habrá de suceder en el resto del mundo? Si en Estados Unidos el fraude se da por un hecho “inatacable” y si se le dejó gobernar a John F. Kennedy habiendo hecho fraude en Chicago en contra de Nixon, y si se ha consentido que Bush gobierne sin ningún rubor, entonces no es descartable que en lo que sobra del mundo se tenga respecto a las elecciones una laxitud que permita decir, como el profesor de Nueva York, que ha de gobernar el que mejor defraude. Es ése el sentido común que predomina en los círculos políticos de Washington.

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Post suffragium triste

Un juez de muy alto rango, el personaje de una novela italiana, sostiene que el error judicial no existe de la misma manera en que entre nosotros se ha llegado a proclamar que el fraude electoral no sólo no existe sino que es imposible que exista. No sabe uno a quién creerle. Cada quien ve la película que le conviene. Unos periódicos dicen que no hubo fraude. Otros que sí, monumental, masivo y descarado. Cada diario maneja una verdad diferente y uno, el incauto lector, reacciona entre la ansiedad y la incredulidad. El caso es que estamos perdiendo la batalla mediática y vemos cómo se va imponiendo una percepción manipulada.
Si los medios masivos de manipulación se instalan entre nosotros y el mundo, como nunca antes, tenemos entonces una representación de la realidad que conviene a los intereses de los propietarios de esos medios. Porque la libertad de expresión de un locutor (un López Dóriga, por ejemplo) termina justo en el momento en que empiezan los intereses de su patrón o dueño de su micrófono o de su pantalla. Es de una lógica casi infantil. Y ahí vamos. A medida que avanza la ciencia y se afina la tecnología, más habrá de suceder que la técnica se ponga en contra de la democracia electoral. Porque, como dice un académico de Nueva York, en nuestro tiempo gana el que mejor haga el fraude. Ya lo ha hecho George Bush en dos ocasiones en un país donde tradicionalmente el voto era sagrado. Justamente en el país que tanto suscitó la admiración de Alexis de Tocqueville
(1805-1859) y le impulsó a escribir La democracia en América, un clásico de la historia y el pensamiento políticos.
Si en el país de la democracia y de las libertades, como dicen los estadounidenses que es su país Estados Unidos, se violenta ya la manifestación de la voluntad popular a través de las elecciones, ¿qué habrá de suceder en el resto del mundo? Si en Estados Unidos el fraude se da por un hecho —como dice este notable académico de Nueva York— y si se le dejó gobernar a John F. Kennedy habiendo hecho fraude en Chicago en contra de Nixon, y si se ha consentido que Bush el texano gobierne sin ningún rubor, entonces no es descartable que en lo que sobra del mundo se tenga respecto a las elecciones una laxitud que permite decir, como el profesor de Nueva York, que ha de gobernar el que mejor defraude. Es ése el sentido común que predomina en los círculos políticos de Washington.
La comparación extralógica que hace el alto magistrado judicial (émulo de “nuestro” Mariano Azuela) de El contexto, la novela de Leonardo Sciascia, es entre el acto de juzgar y la celebración de la misa. La justicia no puede dejar de manifestarse, de transustanciarse, de cumplirse cuando el juez juzga y sentencia, de la misma manera en que el misterio de la transustanciación (el pan y el vino que se convierten en el cuerpo, la sangre y el alma de Cristo) no puede dejar de producirse cuando el sacerdote celebra la misa.
En nuestro exasperante caso de las elecciones la indolencia del IFE parece decir que sólo por el hecho mismo de haberse llevado a cabo, con todas sus formalidades cumplidas, la votación se cumplió de manera fehaciente y justa. “No pudo no haberse cumplido la voluntad popular”, diría el presidente de la Suprema Corte de Justicia, el alto ministro italiano. (Es triste que el IFE, por lo demás, tenga que pagar propaganda en la tele para que se diga que es “inatacable” y honesto.)
Es posible que la famosa discusión jurídica de esta novela policiaca y política, El contexto, no sea sino una amarga ironía sobre los abogados, sus discusiones bizantinas, las falacias de sus argumentos y las facultades de derecho que siempre le han dado al Poder una justificación formal. Ellos ven cómo le hacen, los jueces, pero al final siempre dan con una fórmula para que triunfe la cortada de la legalidad. A favor de una u otra verdad, la que convenga al Poder. Por eso habría que hacer un estudio histórico y político para ver cómo, al menos a lo largo del siglo XX, la facultad de derecho le ha dado discurso y coartada al régimen priísta antes, al panista ahora, para justificar los fraudes electorales. Y para formalizar otras tropelías: la corrupción de los sueldos altos por ejemplo. La fórmula es una maravilla: no roben muchachos, pónganse sueldos altos.
¿Cuál ha sido el papel de la facultad de derecho en nuestra convivencia democrática? ¿De qué lado ha estado? Es como para que lo estudie el Instituto de Investigaciones Jurídicas o se haga una tesis en la Ibero.
Ahora, la verdad mediática que todos los días van construyendo los medios audiovisuales e impresos a favor del candidato del PAN (y de sí mismos) se preocupa por establecer que la elección fue impoluta y que los funcionarios de casilla han sido unos santos, bioquímicamente puros y no militantes —mal o bien intencionados— de los partidos políticos… y mucho menos enviados especiales de Elba Ester Gordillo, a quien no llamaremos ”maestra”. ¿”Maestra” por qué? ¿Con qué derecho? (Maestra mi tía Lolita que desde hace treinta años da clases en la secundaria de Pueblo Yaqui y no le ha robado a ningún compañero.)
Pero la verdad mediática no es ni siquiera la verdad promedio. La radio y la televisión constituyen una de las estructuras más abusivas en nuestra vida cotidiana. Antes, para taparle el ojo al macho, antes de la alianza entre Televisa y el PAN, aparentaban cierta imparcialidad. Ahora son parte.
Los gobernadores priístas amigos o cómplices de E. E. Gordillo organizaron y realizaron el fraude electoral a favor de Felipe Calderón. Bastó colocar en las casillas a cientos de miles de “maestros” para que en cada casilla se robaran uno dos votos a fin de que, por ejemplo, en 130 mil casillas resultaran 260 mil votos a favor del candidato de Los Pinos, Televisa, Washington, el Vaticano, los empresarios y los banqueros extranjeros.
Robarse una elección presidencial, como lo supo y disfrutó muy bien Carlos Salinas de Gortari, equivale a asaltar más de mil millones de bancos. Es un atraco al infinito. Ni el PAN, ni el IFE, ni el Tribunal Electoral van a ceder ante las impugnaciones. Sería contrario a la lógica del poder. La asunción de la Presidencia, así sea factual y golpista, tiene una dinámica acumulativa y todos se apuntan al banquete. Incluidos los jueces.
Estos mismos jueces, los del tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, son los funcionarios judiciales mejores pagados no sólo de México sino del mundo entero. Su presidente, Leonel Castillo, gana más de mil dólares diarios: 382 mil pesos mensuales. Y él es el que va a decirnos quién será el Presidente de México. ¿Se puede tener confianza —en un país como México donde en una mesa de diez comen cuatro— en unos magistrados que sin chistar y sin el menor sentimiento de culpa se incorporan a la cultura de los sueldos altos?
Hay que aprenderse sus nombres porque van a entrar en la historia:
Alfonsina Berta Navarro, Eloy Fuentes Cerda, Alejandro Luna Ramos, Fernando Ocejo Martínez Porcayo, José de Jesús Orozco Henríquez y Mauro Miguel Reyes Zapata sólo ganan, los angelitos, 373 mil pesos mensuales cada uno.
La muy angustiosa, frustrante y triste experiencia electoral nos hizo, pues, tomar ciencia de algunas cosas: que hay que luchar por que se cancele la publicidad política en radio y televisión (como en Francia, España, Italia), que hay que discutir si todavía se justifican los diputados “plurinominales”, que debe ponerse un alto a la política de los sueldos altos, y finalmente que México es un país saqueado, tomado por unos cuantos grupos de empresarios y políticos ya instalados en el poder con el PAN y que promueven sin vergüenza un capitalismo de compadres.

Friday, August 11, 2006

Policía literaria

Laura Cortés publicó el jueves 10 de aagosto en Milenio Diario una notable investigación periodística acerca de si es posible determinar y demostrar la paternidad de un texto anónimo. El método estiloestadístico que da a conocer en este reportaje el doctor en física estadística de la UNAM, Enrique Hernández, se aplicó —a solicitud de la reportera— para comprobar la hipótesis de que Carlos Fuentes es el verdadero autor de Los misterios de La Ópera, la novela que la editorial Plaza&Janés puso en circulación hace cinco meses firmada con el pseudónimo de Emmanuel Matta.
Tal vez para poner a prueba la vieja idea de que lo que importa y vende es el texto y no el autor o el nombre, tal vez para poner en juego una “estrategia” de marketing editorial aunque ello implicara el pecado menor de engañar al público, Plaza&Janés colocó en el mercado 25 mil ejemplares de Los misterios de La Ópera ofreciéndolo como la novela de un “escritor mexicano consagrado que un día amaneció de buen humor para realizar un divertimento”.
El equipo de investigadores dirigidos por Enrique Hernández estableció, con una probabilidad del 95 por ciento, que Emmanel Matta y Carlos Fuentes son una y la misma persona.
Como suele hacerse en estos casos (ya se hizo con las obras de Shakespeare para corroborar que él fue su inequívoco autor), los analistas tuvieron que proceder a partir de comparaciones. No se puede llegar a ningún lado en este tipo de averiguaciones si no se tiene un candidato, escritor de cartas o libros, para confrontarlo con la escritura y el estilo del pseudónimo investigado.
Los investigadores aplicaron tres pruebas estadísticas y lingüísticas a tres obras de Carlos Fuentes escogidas al azar: Las buenas conciencias, El instinto de Inés y Viendo visiones. Al cotejar los textos y “cruzarlos” con las páginas de Los misterios de La Ópera llegaron a la conclusión de que los cuatro libros fueron escritos por el mismo autor.
Es una empresa que puede ser fascinante para cualquier detective literario con conocimientos de computación. Si antes se hacía con tarjetas y cientos de cuadernos y durante mucho tiempo, ahora existen programas computacionales para dar rápidamente con el novelista enmascarado.
Se sabe que en tiempos del nacionalsocialismo alemán la Gestapo tenía equipos de críticos literarios para determinar, por medio del análisis y las comparaciones estilísticas, la paternidad de los panfletos anónimos.
La clave del método estiloestadístico es, pues, contar con un texto que se pueda comparar con los escritos del autor en cuestión. Hay que encontrarle al sospechoso sus manías estilísticas y establecer el mayor número posible de similitudes: el tamaño de los párrafos, la respiración de su frase, el uso de determinadas conjunciones, la inclinación por ciertos estribillos y la afición por ciertos signos de puntuación. Es como si estas características fueran “huellas digitales lingüísticas” muy personales del autor que se agazapa tras un pseudónimo. Aunque no quiera, en el texto queda su impronta. Porque el estilo es inconsciente.
El método podría tener aplicación asimismo en los juicios penales por difamación o amenazas. Lo ideal sería trasladar sus técnicas a la electrónica y buscar la autoría de los libelos de internet que operan en el reino del anonimato y la impunidad.
Hubo una época en México, durante el movimiento de 1968 y en los años subsiguientes, en que a cierto secretario de Gobernación, Luis Echeverría, y luego a cierto Presidente, Luis Echeverría, les daba por creen en el libro como instrumento de propaganda política (en un país en donde no se lee mucho). Y empezaron a aparecer de pronto libros apócrifos destinados a deturpar a personajes como José Revueltas, Julio Scherer García, Daniel Cosío Villegas, a vilipendiar el movimiento estudiantil de 1968 o despistar al lector sobre la matanza de los Halcones en 1971.
El “clásico” de estos libelos es El Móndrigo, una joya en la historia de la literatura de la infamia, armado en forma de diario, y encomendado para su confección a un redactor de oficio y con experiencia literaria. Nunca se ha demostrado quién fue su verdadero autor (se sospechaba de un filósofo brillante y de un periodista mañoso) y todavía sigue esperando que alguien se ponga a procesarlo en una computadora.
Sin embargo lo importante de la indagación periodística de Laura Cortés es que replantea la necesidad de reflexionar sobre los libelos electrónicos, difamatorios y anónimos (aunque los patrocine el Consejo Coordinador Empresarial), que tanto ofendieron a no pocos espectadores de la televisión y denigraron sin piedad, y sin razón alguna, a un candidato. Porque, como es propio de nuestra época y en un país mayoritariamente ágrafo, el libelo moderno es televisivo, un clip o un spot en el que se miente y se injuria de manera impune y tolerada por el IFE.
Por otra parte, la operación comercial de la editorial Plaza&Janés a nadie hace daño y ciertamente no es un crimen. Valga en su descargo lo que entre los especialistas del derecho civil ‑en sus estudios sobre el dolo y la mala fe‑ se reconoce como “la mentira del comerciante”. Es una mentirijilla tolerada, incluso positiva porque promueve la lectura de novelas y divierte a la afición literaria en general.

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Sunday, August 06, 2006

Las actas de Hermosillo

El sábado 8 de julio se anunció en la plaza Emiliana de Zubeldía de Hermosillo, Sonora (estado gobernado por un priista simpatizante de Elba Ester Gordillo), que urgía gente que trabajara revisando las actas electorales para capturar información, que supiera un poco de computadoras y que fuera de confianza.
De inmediato se apuntó Uriel Mateos Farfán, licenciado en física por la Universidad de Sonora. El domingo 9 a las 8 de la mañana empezó a realizar la revisión. No tenía ni idea de lo que tenía que hacer ni de la cantidad de trabajo que le esperaba.
La chamba consistía en capturar (copiar en la pantalla de la computadora) y analizar los datos contenidos en cada una de las actas de un distrito electoral de Sonora, así como cotejar los nombres de los funcionarios de casilla con los registrados en la lista oficial para obtener un listado de posibles errores. No sabía Uriel Mateos Farfán si les dieron a él y a sus compañeros todas las actas de ese distrito o una parte, pero lo que sí le consta es que eran más de 400 actas.
Ese domingo estuvieron trabajando sin parar desde las 8 y media de la mañana hasta las 4 de la tarde.
Según consta en esas actas, las casillas electorales tienen inconsistencias como las siguientes:
1. El número de boletas entregadas al presidente de casilla no coincide con las que él entregó al IFE. Es decir, el número de boletas depositadas en la urna más el número de boletas no utilizadas.
2. El total de votantes no coincide con la suma de los votos de todos los candidatos más los votos anulados.
3. Los funcionarios de casilla no son los que aparecen en la lista oficial publicada.
4. Omisión de datos y otros.
Los más recurrentes son los primeros dos errores.


Esta falta de coherencia en las actas electorales apareció en más del 50 por ciento de las actas revisadas en Hermosillo. Y no es improbable, cree Uriel Mateos Farfán, que ese porcentaje llegue al 80 por ciento.
Al menos 8 de los voluntarios que estuvieron trabajando con Uriel Mateos Farfán tenían grado de doctor en ciencias: profesionistas preparados para sustentar fehacientemente las impugnaciones.
Ya es cuestionable que se puede declarar un ganador si la diferencia entre el primer y el segundo lugares en el conteo de votos es tan sólo de 0.58 por ciento: la diferencia fue de un voto de cada 200 votos aproximadamente. Esto implica que tan sólo el error de dos votos en cada casilla, voluntario o involuntario, puede cambiar al ganador.
Un procedimiento minucioso, seguido por los “maestros” que colocó como funcionarios en todas las casillas del país Elba Ester Gordillo (coordinada con Carlos Salinas de Gortari) para que favorecieran al PAN, fue precisamente ése: quitarle dos votos a cada una de las l30 mil casillas. Con es nimiedad cada casilla parecería insospechable, pero, sumado el despojo hormiga, podrían juntarse unos 250 mil votos de más a favor de Calderón. Ya el presidente Fox le había dado a la “maestra” mil 300 millones de pesos (del erario púlico) para gastos del magisterio.
Con todo y eso, Uriel Mateos Farfán no cree que la votación haya sido inútil. A lo mejor fueron las mejores elecciones que hemos tenido, cree, ya que los errores en cada casilla examinada fueron mínimos, aunque esos pocos errores se encontraban en prácticamente todas, nada despreciables en una elección tan cerrada como la del 2 de julio. Por todos esto, el conteo de votos por medio de las actas no es lo suficientemente preciso para tener la certeza de quién fue el ganador. No hay que olvidar que en todo caso las actas traen incorporado el fraude. Lo que importa es lo que está dentro de las urnas.
En este caso se necesita un mínimo de 99.5 por ciento de confianza en las votaciones para poder afirmar quién es el ganador, con esa diferencia tan pequeña de votos.
“Luego entonces, es improcedente que se declare a un ganador. El TRIFE debe buscar junto con el PAN y el PRD algún mecanismo para hacer otra medición más confiable de estos resultados”, dice Mateos Farfán. “El PRD propuso uno, el conteo voto por voto, casilla por casilla. Falta ver qué proponen el TRIFE y el PAN.”
Lo que hay que exigir al Tribunal Electoral es que no se precipite a declarar a un ganador habiendo tantos errores en la mayoría de las actas de las casillas y sobradas evidencias de que hubo un desaseo inocultable porque los “maestros” de Elba Ester metieron mano y los gobernadores priistas se hicieron de la vista gorda. Y es que, en efecto, las actas suelen traer incorporado el fraude. De nada sirve ver las actas si sus números no se cotejan con el número de votos registrados en las boletas.
Para el físico sonorense el papel de cualquier ciudadano responsable es dar seguridad a la población, sobre todo cuando los medios informativos están haciendo una campaña de temor y dan por sentado que ya tienen un ganador.
Mientras son peras o son manzanas poco a poco va estableciéndose en la percepción pública —de manera reiterada: gota a gota, día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto— lo que la televisión, Los Pinos, los empresarios y la radio principalmente (con algunos periódicos y revistas que se decantan por la misma línea) quieren que se establezca: que fueron las elecciones más limpias de la historia, que es inverosímil que haya habido fraude, que el fraude es imposible en el México moderno (tan imposible como la corrupción), que los jueces del TRIFE son insobornables (puesto que ganan 371 mil pesos mensuales cada uno y no quieren pensiones vitalicias con el sueldo entero, como lo plantearon el año pasado), que lo que pasa es que los demás no saben perder. Que el presidente electo es el que Televisa dice que es el presidente electo, que no es cierto, que no es cierto que, luego de tantos miles de millones de pesos dilapidados, nos robaron unas elecciones.


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La verdad mediática no es la verdad promedio

Hace unos cuatro meses, durante un encuentro del parlamento español, el líder de la oposición Mariano Rajoy se dirigió de esta manera al jefe del Estado:
—Pues yo, señor Zapatero, he terminado por faltarle al respeto.
Minutos más tarde, en medio de una gran tensión, José Luis Rodríguez Zapatero se ocupó tranquilamente de la réplica:
—Yo en cambio, señor Rajoy, no puedo darme el lujo de faltarle el respeto porque usted representa a diez millones de españoles y nos necesitamos todos para hacer la paz con Eta.
Esta consideración del otro, del adversario político o del envidiado competidor, por mucho que represente a una tercera parte del electorado (unos quince millones de votantes), no amerita en México ni siquiera el respeto de un locutor, sobre todo en una época como la nuestra en la que los locutores se han convertido —en sustitución de los sacerdotes y los intelectuales— en los nuevos guías espirituales de la nación: la guardia pretoriana del sistema.
Si alguna enseñanza nos ha de quedar de nuestra reciente, muy amarga y frustrante experiencia electoral es la que nos ha hecho tomar conciencia del papel protagónico y determinante que en buena o mala lid tienen ahora, como nunca antes en la historia, la tele y la radio. En este contexto es incomprensible la alianza entre uno de los partidos y uno de los medios audiovisuales sin asociarla —como efecto de una causa— a la aprobación de las reformas a la Ley de Radio, Televisión y Telecomunicaciones. Hemos visto, con ese sentimiento de impotencia y de no disimulada amargura, el fracaso de la palabra impresa ante la imagen. Hemos visto también que a mayor adelanto científico o tecnológico, en la cibernética y en las telecomunicaciones, más se obra en contra de la democracia electoral. ¿En una fila de cien votantes cuántos han leído un periódico? ¿Tres, cinco? Nos ganó la televisión.
Son los tiempos que corren, se nos consuela. Si antes los mexicanos no leían mucho, ahora es muy posible que lean menos. Está lloviendo sobre mojado. Se informan más por los mensajes televisivos y el “periodismo oral” que por las noticias de la prensa o los artículos de fondo que aspiran a hacer pensar.
De nadie es la culpa. Son los tiempos modernos. Los ciudadanos modernos son ágrafos. Porque, aparte del desdén tradicional por los libros, lo que sucede ahora es que los medios audiovisuales electrónicos alejan a las personas de la cultura gráfica. Desde muy jóvenes, los mexicanos deciden que les da flojera leer. Se puede ser analfabeto y estar más o menos informado. No se necesita saber leer ni escribir para votar ni para enterarse, así sea de manera superficial, de lo que sucede en el país y en el mundo. Basta encomendarse a la oralidad de los medios para situarse como receptor pasivo y seguir viviendo en la oralidad del teléfono, la radio, la tele, el videoclip, el spot publicitario, la oralidad del celular. Podemos muy bien pasárnosla en este mundo sin tener el menor contacto con la palabra impresa (acaso en un menú, acaso en un letrero de la carretera). “La transformación electrónica de la expresión verbal ha llevado a la conciencia a una nueva era de oralidad secundaria”, dice el lingüista Walter Ong. Y se trata, retrospectiva y paradójicamente de una oralidad semejante a la del hombre de las cavernas, antes de la invención del lenguaje, de la escritura y de la imprenta.
Pero quizá lo más importante que debemos aprovechar de nuestra malhadada experiencia electoral (tan costosa, por cierto, tan dilapidada, tan inútilmente onerosa, tan ofensiva, tan triste) es la comprobación de que es absurda u obscena la publicidad política en la televisión y la radio. Puede ser una política al estilo americano (tendemos demasiado a imitar todo lo que se hace en Estados Unidos), pero lo cierto es que en países tan civilizados como Francia y España hubiera sido inaceptable una propaganda televisiva tan violenta y tan sucia como la que los consejeros español y estadounidense del PAN sugirieron que se lanzara al aire. En Francia y en España no existe la propaganda política en los medios audiovisuales. No hay nada de que “Vote usted por Zapatero” o “Vote usted por Sarkosy” en la televisión. A la tele se va a debatir ideas y programas. Y no se le regala a los dueños de la tele (como en México) la mayor parte del presupuesto que el Estado tiene destinado para las campañas políticas de los partidos. ¿Por qué? Porque no puede ser equitativo si el motor es el dinero. ¿Para qué? Para que los ciudadanos no voten por un detergente sino por un ser humano político.
Una de las verdades incontrovertibles que la tele ha puesto en circulación de manera reiterada (según al técnica de la repetición goebellsiana) es que el fraude electoral no sólo no ha sucedido sino que es imposible que suceda. Supone esta teoría que los funcionarios de casillas son bioquímicamente puros y no, como suele ser el caso, militantes de partidos políticos con vela en el entierro. Si se encontraron boletas en un canal de desagüe, si se mostraron actas con el fraude ya incorporado, si se identificaron casillas con más votantes que los registrados en el padrón, si a cada casilla le birlaron un aparentemente imperceptible voto, es algo que para la verdad mediática que se está confeccionando no tiene la menor importancia. Eso no existe. La realidad es lo que la tele dice que es la realidad.
Pero en fin. La vieja factura que nos cobra la democracia a cambio de que no haya derramamiento de sangre nos llega con otras palabras:
Ninguna democracia electoral es pura e inocente. Todos juegan sucio. Es una pelea de perros. Se tiran a matar pero no se matan. Hay que aguantarse y apechugar si hay fraude electoral, porque lo importante es que no nos agarremos a balazos.


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Thursday, August 03, 2006

Los jueces

Un juez de muy alto rango, el personaje de una novela italiana, sostiene que el error judicial no existe de la misma manera en que entre nosotros se afirma que el fraude electoral es imposible que exista.
La comparación extralógica que hace el magistrado es entre el acto de juzgar y la celebración de la misa. La justicia no puede dejar de manifestarse, de transustanciarse, de cumplirse cuando el juez juzga y sentencia, de la misma manera en que el misterio de la transustanciación (el pan y el vino que se convierten en el cuerpo, la sangre y el alma de Cristo) no puede dejar de producirse cuando el sacerdote celebra la misa.
En nuestro exasperante caso de las elecciones la cerrazón del IFE parece decir que sólo por el hecho mismo de haberse llevado a cabo, con todas sus formalidades cumplidas, la votación se cumplió de manera fehaciente y justa. “No pudo no haberse cumplido la voluntad popular”, diría el alto ministro italiano.
Ahora, la verdad mediática que todos los días van construyendo los medios audiovisuales e impresos a favor del candidato del PAN (y de sí mismos) se preocupa por establecer que la elección fue impoluta y que los funcionarios de casilla han sido bioquímicamente puros y no militantes —mal o bien intencionados— de los partidos políticos.
Los gobernadores priístas, orquestados por Elba Esther Gordillo, organizaron y realizaron el fraude electoral a favor de Felipe Calderón. Bastó colocar en las casillas a cientos de miles de “maestros” para que en cada casilla se robaran uno dos votos a fin de que, por ejemplo, en 130 mil casillas resultaran 260 mil votos a favor del candidato de Los Pinos, Televisa, Washington, el Vaticano, los empresarios y los banqueros mexicanos y extranjeros.
Robarse una elección presidencial, como los saben Miguel de La Madrid y Carlos Salinas, equivale a asaltar más de mil millones de bancos. Ni el PAN, ni el IFE, ni el Tribunal Electoral van a ceder ante las impugnaciones. Sería contrario a la lógica del poder. La asunción de la Presidencia, así sea factual y golpista, tiene una dinámica acumulativa y todos se apuntan al banquete. Incluidos los jueces.


Wednesday, July 26, 2006

Thursday, July 20, 2006

Tierra baldía


This is the way the world ends
Not with a bang but with a whimper.
-T.S. Eliot


¿Es imaginable una Tierra deshabitada? Ese podría ser no el fin del mundo pero sí la desaparición de la vida humana en el planeta. Porque algo no anda bien con el esperma. Uno de los bancos de semen más serios de España acaba de corroborar que la calidad de los espermatozoides va más bien a la baja. Ocho de cada diez donantes, cuya edad fluctúa entre los 25 y los 30 años, son rechazados. El 75 por ciento no ha podido donar por la mala calidad de su semen. Antes eran dos de cada diez donantes los que no cumplían los requisitos.
Según la Asociación Española de Andrología se trata de una tendencia difícil de corregir. La media ideal aceptable sería de 40 millones de espermatozoides sanos y con suficiente movilidad en cada eyaculado para un semen de alta calidad, pero la mayoría no cumple con esos requerimientos.
No se sabe a qué se debe este descenso en la concentración y movilidad de los espermatozoides ni se conocen con certeza las causas de las anomalías morfológicas. Unos dicen que por la contaminación, los malos hábitos alimenticios, el alcohol, el tabaquismo, los alimentos enlatados.
Un paisaje de desolación marciana, pues, como los que pinta no sin melancolía Ray Bradbury en sus más imaginativas novelas, podría llegar a ser la Tierra si continúa el decrecimiento de los espermatozoides. Una tierra baldía, deshabitada, como la del poema de T. S. Eliot. Iríamos creciendo y muriendo en un mundo sin niños ni jóvenes. A final sería un horizonte de ancianos, en número cada vez menor. Últimos testigos de la desaparición de la especie, esos ancianos sobrevivientes tendrían la última visión de la tierra sin un alma, a no ser que también tuvieran alma los animales —los insectos, por ejemplo- remanentes.
Ante la perplejidad de los andrólogos, muchos especulan que el espermatozoide menguante obedece a una elevación de la temperatura combinado con otros factores ambientales.
La alarma se dio cuando en 1992 un equipo danés dirigido por el profesor Skakkebaek realizó una recopilación de todos los estudios realizados (en cerca de 15 mil hombres) y concluyó que la tasa media de esperma había caído de 113 millones de espermatozoides por milímetro en 1938 hasta 66 millones y 1991.(Se considera que un hombre empieza a tener problemas de fertilidad si tiene menos de cinco millones.) Por otro lado, el volumen total de líquido seminal se ha reducido de 3.4 a 2.75 centímetros cúbicos.
Los investigadores le han buscado por todos lados. No están seguros de nada pero algunos conjeturan que quienes van demasiado al sauna y exponen sus genitales a temperaturas muy altas tienen una menor fertilidad. En Barcelona la Fundación Puigvert ha estudiado a 400 pacientes con problemas de fertilidad y ha encontrado una relación positiva entre llevar pantalones ajustados y una fertilidad insuficiente. Sin embargo, en Sidney, Australia, otro equipo ha llegado a la conclusión contraria. El equipo de Puigvert encuentra asimismo un riesgo de infertilidad en el uso frecuente de duchas calientes y en el hecho de montar en bicicleta o en moto con demasiada frecuencia.
“En este caso, aparte de la temperatura, la explicación sería que el escroto se ve muy sometido a una compresión traumática”, escribió M. Pérez Oliva (El País, 7 de diciembre de 1998).
Gonzalo Casino sabe que desde mediados de los años 70 se ha detectado una disminución del 1 por ciento anual en la concentración de espermatozoides en el semen y del 0.5 por ciento en su movilidad. Estos datos indicarían una merma de la fertilidad masculina que no pocos relacionan con ciertos tóxicos ambientales, como sustancias químicas del tipo de los estrógenos.
Los posibles sospechosos de este “desaguisado testicular” son los llamados xenoestrógenos y en general los perturbadores endocrinos de procedencia industrial (plaguicidas, champús, cosméticos). No se sabe aún, por otra parte, por qué los varones de Nueva York tienen el doble de espermatozoides que los de Los Ángeles.
La epidemióloga californiana Shanna Swan volvió a analizar los 61 estudios de los daneses y llegó a la conclusión de que “sobre todo en Europa y en Estados Unidos, hay un declive grande y significativo”.
En Estados Unidos del 1.5 por ciento anual entre 1938 y 1990 y en Europa, del 3.1 por ciento entre 1971 y 1990.
¿Qué podría significar esto?
Empezarían a sucederse generaciones sin reemplazo. La última, muy rala ya, escasa, no tendría sustituto; iría atravesando las diversas etapas naturales de la progresión biológica y desde muy joven traspasaría la línea de sombra de la juventud a la adultez. Durante algunas décadas el planeta estaría desprovisto de niños y jóvenes. Sólo la habitarían ancianos. La última generación de varones y mujeres se iría descontando con el devenir terminal biológico. Y en unos cuantos años más ya no existiría la especie humana sobre la Tierra.
Tal vez en algunos lugares se preserven bancos de esperma, pero la población femenina también, como los espermatozoides, estaría yendo ya a la baja y envejeciendo. Y la nave espacial Tierra seguiría flotado en el espacio infinito con rumbo o sin rumbo, con otros ejemplares de la vida animal seguramente (leones, jirafas, pájaros, insectos, peces) pero sin los pasajeros humanos conscientes de su narcisismo y su historicidad.

Propaganda Fide



Las elecciones se ganan en
los últimos quince días.
—Jacques Chirac



Tienden los tiempos actuales a homologar la publicidad con la propaganda. Prácticamente son palabras homónimas, aunque “propaganda” es de más estirpe filológica: se empleó por primera vez para designar a la Congregatio de Propaganda Fide, organismo de la Iglesia católica para propagar la fe y combatir el “peligro” de la Reforma. De 1592 a 1585, el papa Gregorio XIII reunió en esa congregación a tres cardenales para estudiar los medios más eficaces de hacer frente al protestantismo, pero en 1662, con la bula Incrustabili divine, Clemente VIII instituyó la congregación de Propaganda Fide como un órgano permanente.
En El Príncipe Nicolás Maquiavelo no podía aún hablar de la propaganda política porque su libro es de 1913. Sin embargo, la noción está implícita a lo largo de toda su obra: la justificación de la mentira por parte del gobernante (que no está obligado a “cumplir con la palabra empeñada”) y la presunción de que “gobernar es hacer creer”. Cuando reflexiona sobre el “aparentar”, Maquiavelo afirma que el Príncipe puede no ser fiel a sus compromisos, pero debe parecer fiel. No es necesario que un príncipe posea todas las cualidades, pero sí es muy necesario que parezca tenerlas, “pues los hombres en general juzgan más por los ojos que por las manos, ya que a todos es dado ver, pero palpar a pocos”.
Las frases hechas que se atribuyen a Joseph Paul Goebbels son ahora lugares comunes entre los publicistas importados del “marketing político”. Hay propagandistas estadounidenses que asesoran a candidatos en cualquier parte del mundo. En México, por ejemplo, en el PAN. Casi siempre su consigna es golpear al enemigo, ensuciarlo, humillarlo, agredirlo aunque sea sin fundamento o con mentiras. Todo se vale, como en la guerra. Y en México, dada la proclividad del mexicano a imitar todo lo que venga de Estados Unidos, la receta de estos “political consultants” ha sido acogida como la piedra filosofal en los corredores del PAN.
Los nombres de Dick Morris, Rob Allyn y James Carville, se asocian ya a la campaña del candidato
panista. Basta indagar sus nombres en Google para conocer sus trayectorias y su relación con México puede saberse poniendo “Dick Morris Calderón” o “Rob Allyn Calderón”. Aunque tal vez no sea necesario traerlos en persona a participar políticamente como extranjeros. Basta enviarles a alguien a Nueva York o Dallas o consultar la red para conocer sus recetas o leer sus obras. Dick Harris tiene un libro sobre Maquiavelo y su utilización en las elecciones modernas y dirige en Washington una revista, The Hill. Sus ideas no son nada del otro mundo, pero las venden como si fueran diamantes.
Una esperanza es que, por el bombardeo televisivo, los votantes ya decididos por un candidato no cambien de parecer. La otra esperanza es que la propaganda sucia no tenga en la sociedad mexicana el mismo efecto que en la clase media estadounidense. En México esa clase media es una parte muy reducida de la población y además son distintas la mentalidad, la ideosincracia y la lógica de los mexicanos. Lo que habrá de verse después de las elecciones es si efectivamente con la televisión se ganan elecciones.
En la misma noche del debate se vio claramente en un resumen la comprometida inclinación de la tele a favor de Calderón. Ha de tener la empresa unos editores (montajistas) muy diestros, unas chuchas cuereras de la manipulación de imágenes y de frases. Enfatizan por aquí, atenúan por allá. Y presuponen que el público es incauto.
Es más que nunca un monstruo mediático y no era necesario entablar un convenio con ese partido para hacer ver su afinidad ideológica y su comunidad de intereses. No es menos sutil que evidente que la televisora —especialmente en sus repetidoras de provincia— se inclina por Calderón (junto con su risita burlona y bravucona) y cumple con un pacto secreto.
Algunos presidentes latinoamericanos han ganado con la tele en contra, pero también ha habido candidatos que no pudieron remontar su desventaja. Lo que sucede es que la televisión no triunfa en los países donde hay mucha conciencia política o un movimiento de masas. En Italia, el zar de la televisión Berlusconi no ganó.
Otro sería o hubiera sido el panorama si en México, en materia de elecciones, se dejaran de hacer las cosas “como en Estados Unidos”. Porque no es así en todo el mundo. En Francia está prohibida la publicidad política en televisión, radio, periódicos, para no contaminar el debate de las ideas y las propuestas, y poder elegir así a un ser humano político, no a un detergente. Aparte de que no se dilapida en la televisión el dinero público de las campañas políticas. A la televisión francesa se va a discutir ideas y programas. No a anunciarse como jabón.
Dice Pirandello que cuando un persona decide creer en algo o en alguien no hay razones que valgan para hacerla cambiar. Su sistema de creencias es inamovible. Esperemos que tenga razón el escritor siciliano y que las ráfagas de propaganda televisiva se desvanezcan en el vacío.


Siempre ha habido moscas


Los mexicanos son los seres
más bellos de la Tierra. País
adorable. El gobierno mexicano
todavía parece controlado por
Satanás. Todos los mexicanos
lo saben, lo temen y, a fin de
cuentas, no hacen nada por
remediarlo, a pesar de las
revoluciones.

—Malcolm Lowry, 1947



Premonitorio, Emilio Zebadúa escribió justo en noviembre de 2003 en la revista Letras Libres:
“La integración del IFE sin que los partidos tomaran en consideración la valía y la calidad del propio Instituto o, incluso, sin que cuidaran las mínimas pero esenciales formas legales, produjo un desafortunado inicio del nuevo Consejo. La partidización del árbitro a través de cuotas preasignadas en el órgano de dirección representa un retroceso muy severo para la credibilidad y la imparcialidad del instituto. Con ello, la democracia mexicana corre el riesgo de una futura crisis de legitimidad.”
El 31 de octubre de ese año se integró el IFE para el periodo 2003-2010 con una mayoría del PRI, el PAN y el PVEM, y con exclusión del PRD, produciendo un déficit de confianza y credibilidad preocupante, “que puede llegar a poner en jaque el próximo proceso electoral presidencial del 2006”.
Y en efecto nuestras recientes elecciones no han estado por encima de toda sospecha. Algo pasó allí, muy turbio, como si hubiera sido la obra de un mago. Se defiende el IFE diciendo que la progresiva lectura del PREP no definía el recuento de las cifras finales, pero la manipulación no tenía ese objetivo sino empezar a establecer en la creencia colectiva que Calderón iba a ganar. Este golpe publicitario tuvo su eficacia.
Por otro lado, se han empezado a tender paralelismos no sólo entre la elección presidencial de 1988 —cuyo fraude demuestra Jorge Castañeda en el apéndice de La herencia cuando habla de una gran computadora consultada en Londres— y ésta de 2006, por no mencionar la asociación que también se hace entre nuestra jornada electoral y la de Bush en Florida en el año 2000.
Una vez se vendió misteriosamente el padrón electoral mexicano a una empresa norteamericana, la Choice Point, con sede en Alphareta, Georgia. No se castigó finalmente a los extraños vendedores. Pero resulta Choice Point es la misma que rasuró el padrón de Florida que le dio el triunfo a Bush. En el Distrito Federal muchos votantes ancianos o de los barrios pobres no se encontraron en el padrón y no pudieron votar. En Florida quienes fueron borrados mágicamente fueron en su mayoría negros, que tradicionalmente votan por los demócratas.
Greg Palast, reportero de The Guardian inglés, escribió el 8 de julio que seguramente hubo una intervención del gobierno de los Estados Unidos en las elecciones mexicanas, sobre todo en el know-how del fraude cibernético. “El Instituto Republicano Internacional, brazo del aparato partidista subsidiado por el gobierno estadounidense, reconoce haber otorgado entrenamiento táctico al PAN. ¿Empleó también el PAN el padrón robado? (Choice Point y sus agentes mexicanos, arrestados por obtener los datos, negaron los manejos indebidos y juraron destruir sus copias del padrón, pero ¿qué hay de la copia que se guardó Bush?)
Otra resonancia del fenómeno electoral estadounidense en el caso mexicano es el de la “eliminación negativa”. En un número sorprendente de distritos mexicanos el honorable IFE registró una alta eliminación negativa, es decir, un mayor número de votos para los cargos de diputados y senadores que para la Presidencia.
“La lista ganadora del gobernador de Florida fue creada por la compañía privada Choice Point, de Alpharetta, Georgia.”
Con todo y esto, en lugar de renunciar avergonzados, los consejeros —que se acaban de aumentar su percepción anual para que redondee 404 mil 867 por piocha— pueden seguir allí haciendo sus juegos de manos hasta el año 2010. Se han autorizado apenas el martes de la semana pasada 15 días adicionales de salario a la compensación aprobada antes. Normalmente gana cada uno 161 mil 947 pesos netos al mes. Los dos meses de compensación implicaban ya un bono de 323 mil 894 pesos, pero sintieron que no eran suficientes y se añadieron una partida de 80 mil 973 pesos, con lo que recibirán 404 mil 867 de compensación por el año electoral en el que se supone que trabajaron más.
Luego de ser difundida esta información, el IFE se apresuró a aclarar el 13 de julio que el aumento de los “estímulos” fue legal, como si alguien hubiera cuestionado su legalidad. Es cosa sabidísima que la gran contribución mexicana a la cultura de la corrupción ha sido la de los sueldos altos. Los funcionarios no necesitan robar. Basta que se cumpla con la normatividad para que se les legalice su percepción salarial. Todo se puede. Ese cumplimiento con la ley nunca ha estado en discusión, pero los funcionarios cuestionados fingen que de eso se les está acusando, de no encuadrarse en la ley.
Legalísima también fue la venta de Banamex a City Bank que hizo Roberto Hernández sin pagar impuestos. La coartada de la legalidad siempre estuvo allí, indiscutible. De lo que se trata es de que ya no haya esas leyes que benefician a un cierto número de grupos propietarios del país y que ni siquiera quieren que se les mencione a los pobres.
—Es que siempre ha habido pobres —le decía un señor de Tijuana a una amiga mía que estuvo como representante del PRD en una casilla.
—Sí —le contestó ella— me lo dice usted como si me dijera que siempre ha habido moscas.



La ciencia contra la democracia



Después de la confusión se dio un anticlímax. El lunes amanecía uno con la sensación de que su candidato había perdido, a la buena o a la mala. El martes retoñaban las esperanzas y el miércoles volvía un conteo de las actas que pareció desde el principio minuciosamente programado, sobre todo en lo que concernía a su pauta in crescendo y a su gran finale. Había una preocupación reiterada en algunos funcionarios del IFE, en los representantes del PAN y, en consecuencia, entre los empresarios y los locutores televisivos y radiofónicos encargados de establecer un cierto consenso: que los partidos se comprometieran a acatar los resultados anunciados por el IFE (¿incluso en la hipótesis de que hubiera habido una operación fraudulenta?) y que a nadie se le ocurriera comparar lo que estaba sucediendo en ese momento con al fraude de 1988 que le permitió a Carlos Salinas actuar como presidente sin en verdad serlo.
Pero la mente humana tiende a la analogía. El silencio de Ugalde la noche del domingo equivalió a otra bartletteada, la caída del sistema. Otra similitud con 1988 fue el deseo de que no se abran las urnas y que esta decisión será refrendada, en cuanto se sienten, los nuevos diputados (como lo hicieron los panistas con Salinas). Gracias a la gran alcahueta que es la televisión mexicana se empezó a fijar como una verdad universalmente aceptada que un fraude maquinado es imposible, como si los militantes que estaban en las casillas fueran ciudadanos por encima de toda sospecha, bioquímicamente puros. Se sabe que el fraude está dentro de los paquetes, que las actas ya traen el fraude. Lo hicieron los republicanos de Bush en Ohio y en Florida, en el país de la democracia.
Ciertamente en 1988 los partidos no contaban con una copia de las actas y hoy sí; no existía el IFE y todo se fraguaba en los sótanos de la secretaría de Gobernación. Pero o cierto es que vivimos en un país en el que los gobiernos no han dejado que los ciudadanos hagan valer su voto. Empezó sucediendo con Francisco I. Madero en 1910 y la historia se repitió con el fraude a Vasconcelos en 1929 y más tarde otra vez: en 1940, en 1952, en 1988. Para mal y para mal vivimos una época de fraudes incluso en los países más civilizados del mundo y de elecciones muy apretadas, en Estados Unidos, Alemana, España, Italia (donde no pudo ganar la tele).
Robert F. Kennedy Jr. publicó a principios de junio en la revista Rolling Stone un estudio sobre las elecciones presidenciales de 2004. Luego de dos años y con un equipo de académicos expertos en estadística y sobre todo en computación, Kennedy estableció que a más de 350 votantes se les impidió votar, se les borró del padrón o simplemente sus votos no se contaron. Se anuló también el empadronamiento de decenas de miles de votantes predominantemente negros y latinos en zonas urbanas y que siempre votan por los demócratas. En el estado de Nuevo México, donde la elección fue decidida por un margen de 6 mil votos, las máquinas se atascaron y dejaron de registrar unas 20 mil boletas.
“Por segunda vez consecutiva en las elecciones, el presidente de Estados Unidos fue seleccionado no por la voluntad del pueblo, sino bajo una nube de trucos sucios”, dice el diputado Dennis Kucinich. “La mayor amenaza a nuestra democracia es la inseguridad de nuestro sistema electoral. Lo que está en juego aquí es la idea de un gobierno del pueblo y por el pueblo.”
Lo que ha sucedido es que la tecnología moderna se ha venido utilizando en contra de la democracia, irónicamente. Pasó con ella algo semejante a la ciencia que obraba contra la vida cuando se utilizó la fisión nuclear para matar gente en dos ciudades japonesas.
En 1988 viajaron a Londres dos personajes del equipo de Carlos Salinas para entrevistarse con los autores ingleses “del método RAS de cálculo de matrices bipropocionales para conseguir su ayuda en el diseño de un programa…”, cuenta Jorge Castañeda en La herencia, en un estudio que aparece en las últimas páginas del libro, casi como un epílogo.
Era preciso poder correr el programa varias veces, “para incorporarle consideraciones políticas a la luz de lo datos arrojados para ciertas celdas: el PRI no podía lograr 300 votos en la casilla 3ª del cuarto distrito de Veracruz, por ejemplo, porque se ubicaba en un barrio de decenal lealtad panista”.
“De regreso a México, los viajeros hicieron un equipo con tres o cuatro operadores de las máquinas de Gobernación y un número equivalente de expertos políticos del PRI, peritos galardonados en la cartografía electoral del país.”
“En términos matemáticos, el algoritmo era fácil de construir, pero el tamaño de la matriz era apabullante”, explica Jorge Castañeda.
Si la algoritmia es la ciencia del cálculo aritmético y algebraico, el algoritmo viene siendo la alteración del “guarismo”.
Mejor que nosotros lo sabe el matemático de la UNAM Luis Enrique Ramírez que el miércoles 5 de julio advirtió en La Jornada que se podría utilizar un cierto algoritmo en el recuento por el IFE de las actas de ese mismo miércoles. Lo había inferido del análisis matemático que hizo del “comportamiento errático y tendencioso de los resultados que arroja el PREP”.
El problema está, según él, no en los datos de entrada sino en un algoritmo matemático que se activa ya sea con una clave o con el reloj de la misma computadora.