Friday, June 16, 2006

Los privilegios secretos





En la campaña contra López
Obrador yo destacaría una
mirada clasista e incluso
racista. Los dueños del
capital tienen una visión
del país que no solamente
es clasista, sino de castas.
—Juan Villoro



Justamente de eso es de lo que se trata: de que no siga habiendo privilegios para unos cuantos, de que los gobernantes dejen de hacer negocios con sus amigos. Ya no aguanta el México civil contemporáneo que presidentes, gobernadores y secretarios de Estado se las ingenien para beneficiar a sus parientes y socios, con ingenierías fiscales o lo que sea, con triangulaciones de empresas y subterfugios legaloides para mantenerse en la “normatividad” y no pagar impuestos.
Por eso cuando López Obrador le encajó esa banderilla a Felipe Calderón a unos minutos de que terminara la corrida, el abanderillado del PAN tuvo que retirarse con la banderilla adentro y furioso porque la muy bien fundada acusación no sólo lo ponía en entredicho sino porque el caso de su cuñado y sus privilegios secretos ilustra muy bien la idea central de toda la campaña de López Obrador. El debate terminó y el tabasqueño dejó la víbora cascabeleando, hasta la fecha.
Es muy curioso por lo demás que el más corrupto de todos los políticos (Espinosa Vlllarreal, por ejemplo, prófugo de la justicia, o Carlos Hank González, que se pasó la vida desde los puestos públicos haciendo negocios con sus cuates y con sus hijos) no despierte la animadversión que suscita en la clase media alta Andrés Manuel López Obrador. Es un odio ciego, visceral, no discernible en términos racionales. Hace unos días por los rumbos de Santa Fe, cuando el candidato del PRD salía a un mitin en Toluca, una camioneta BMW se le emparejó, el chofer bajó uno de los cristales polarizados y asomó su rostro una señora no muy vieja y muy elegante.
—Andrés Manuel —le gritó, como fingiendo ser su admiradora—. Eres un naco.
Bueno, esa irritación no la provoca ni aquel gobernador Villanueva, de Quintana Roo, que andaba en líos de narcos. ¿Qué es lo que les molesta tanto? Pues eso. Lo de la pobreza. Nada indigna más a los más afortunados que se les mencione a los pobres, como si no existieran. Como si no viviéramos en un país en el que más del 50 por ciento de la población vive en la pobreza y muchísimos de ellos en la miseria. Ya lo decía el poeta: México es una mesa en la que hay diez comensales y en la que cuatro comen y visten y se educan muy bien y tienen excelentes médicos, mientras los otros seis apenas comen, algo comen porque si no ya se hubieran muerto de hambre, y por supuesto no se vislumbra que en las próximas generaciones —sus hijos, sus nietos y bisnietos— vayan a vivir mejor.
Hay investigadores académicos de la pobreza, por ejemplo, que sostienen que la pobreza mexicana ya cubre tres cuartas partes de toda la sociedad mexicana. Como de las 12 a las 9 en nuestro reloj pulsera.
No por amor ni por solidaridad, sino por interés y por instinto de sobrevivencia, ¿no sería razonable que estas capas privilegiadas lo entendieran, por interés propio? Les conviene. Algo hay que hacer desde ahora. No vaya a pasar que dentro de veinte o menos años las masas tomen el pedregal de San Ángel como en 1789 tomaron la Bastilla. Así es la historia y la historia se repite con indomable y reiterada circularidad.
El mecanismo de negación y de defensa que antepone mucha gente ante la pobreza no responde a ningún principio de realidad. Los pobres no existen.
Incluso alguien no ajeno a los privilegios, un hombre de negocios exitoso, Francisco de Paula León Olea, lo ha llegado a comprender perfectamente. En un libro aún inédito, habla de la más alta concentración de los privilegios en las élites. No se refiere a la inexistente aristocracia mexicana sino a un grupo detentador del poder frecuentemente monopólico de los privilegios.
De seguir México “con el esquema de neoliberalismo monopólico que entre otras cosas desalienta la generación justa de empleos” seguiremos, sentados en la baqueta, contemplando la diáspora del fracaso del sistema político mexicano hacia Estados Unidos.
En un país con cien millones de mexicanos es posible que una parte importante de las fuentes de riqueza se concentre en unas cuantas manos, en unos cuantos bancos, en una compañía telefónica, en contadas permisionarias de los medios masivos de propaganda, constructores de carreteras y contratistas exclusivos.
No es tolerable que el 80 por ciento de las grandes concesiones se concentran en 30 familias y pretender hacer con el escuálido restante (después de pagar las enormes deudas nacionales) justicia a 100 millones de mexicanos, dice, mutatis mutandis, Francisco de Paula León.
“El problema radica en permitir que existan oscuros trashumantes que aparecen de pronto en un sexenio con un papel firmado por sus cómplices del régimen, con la licencia oficial para estrangular con su exclusividad a los ciudadanos, ya sea cobrando los intereses que quieren en sus bancos, estableciendo las tarifas que se les ocurran a lo servicios telefónicos, presupuestando la obra pública a los precios más altos del mercado, o cerrando el espacio radiofónico a nuevas voces o simplemente protegiendo, como si fuera una mafia siciliana, a los licenciatarios de nuevas competencias.”