Thursday, July 20, 2006

La ciencia contra la democracia



Después de la confusión se dio un anticlímax. El lunes amanecía uno con la sensación de que su candidato había perdido, a la buena o a la mala. El martes retoñaban las esperanzas y el miércoles volvía un conteo de las actas que pareció desde el principio minuciosamente programado, sobre todo en lo que concernía a su pauta in crescendo y a su gran finale. Había una preocupación reiterada en algunos funcionarios del IFE, en los representantes del PAN y, en consecuencia, entre los empresarios y los locutores televisivos y radiofónicos encargados de establecer un cierto consenso: que los partidos se comprometieran a acatar los resultados anunciados por el IFE (¿incluso en la hipótesis de que hubiera habido una operación fraudulenta?) y que a nadie se le ocurriera comparar lo que estaba sucediendo en ese momento con al fraude de 1988 que le permitió a Carlos Salinas actuar como presidente sin en verdad serlo.
Pero la mente humana tiende a la analogía. El silencio de Ugalde la noche del domingo equivalió a otra bartletteada, la caída del sistema. Otra similitud con 1988 fue el deseo de que no se abran las urnas y que esta decisión será refrendada, en cuanto se sienten, los nuevos diputados (como lo hicieron los panistas con Salinas). Gracias a la gran alcahueta que es la televisión mexicana se empezó a fijar como una verdad universalmente aceptada que un fraude maquinado es imposible, como si los militantes que estaban en las casillas fueran ciudadanos por encima de toda sospecha, bioquímicamente puros. Se sabe que el fraude está dentro de los paquetes, que las actas ya traen el fraude. Lo hicieron los republicanos de Bush en Ohio y en Florida, en el país de la democracia.
Ciertamente en 1988 los partidos no contaban con una copia de las actas y hoy sí; no existía el IFE y todo se fraguaba en los sótanos de la secretaría de Gobernación. Pero o cierto es que vivimos en un país en el que los gobiernos no han dejado que los ciudadanos hagan valer su voto. Empezó sucediendo con Francisco I. Madero en 1910 y la historia se repitió con el fraude a Vasconcelos en 1929 y más tarde otra vez: en 1940, en 1952, en 1988. Para mal y para mal vivimos una época de fraudes incluso en los países más civilizados del mundo y de elecciones muy apretadas, en Estados Unidos, Alemana, España, Italia (donde no pudo ganar la tele).
Robert F. Kennedy Jr. publicó a principios de junio en la revista Rolling Stone un estudio sobre las elecciones presidenciales de 2004. Luego de dos años y con un equipo de académicos expertos en estadística y sobre todo en computación, Kennedy estableció que a más de 350 votantes se les impidió votar, se les borró del padrón o simplemente sus votos no se contaron. Se anuló también el empadronamiento de decenas de miles de votantes predominantemente negros y latinos en zonas urbanas y que siempre votan por los demócratas. En el estado de Nuevo México, donde la elección fue decidida por un margen de 6 mil votos, las máquinas se atascaron y dejaron de registrar unas 20 mil boletas.
“Por segunda vez consecutiva en las elecciones, el presidente de Estados Unidos fue seleccionado no por la voluntad del pueblo, sino bajo una nube de trucos sucios”, dice el diputado Dennis Kucinich. “La mayor amenaza a nuestra democracia es la inseguridad de nuestro sistema electoral. Lo que está en juego aquí es la idea de un gobierno del pueblo y por el pueblo.”
Lo que ha sucedido es que la tecnología moderna se ha venido utilizando en contra de la democracia, irónicamente. Pasó con ella algo semejante a la ciencia que obraba contra la vida cuando se utilizó la fisión nuclear para matar gente en dos ciudades japonesas.
En 1988 viajaron a Londres dos personajes del equipo de Carlos Salinas para entrevistarse con los autores ingleses “del método RAS de cálculo de matrices bipropocionales para conseguir su ayuda en el diseño de un programa…”, cuenta Jorge Castañeda en La herencia, en un estudio que aparece en las últimas páginas del libro, casi como un epílogo.
Era preciso poder correr el programa varias veces, “para incorporarle consideraciones políticas a la luz de lo datos arrojados para ciertas celdas: el PRI no podía lograr 300 votos en la casilla 3ª del cuarto distrito de Veracruz, por ejemplo, porque se ubicaba en un barrio de decenal lealtad panista”.
“De regreso a México, los viajeros hicieron un equipo con tres o cuatro operadores de las máquinas de Gobernación y un número equivalente de expertos políticos del PRI, peritos galardonados en la cartografía electoral del país.”
“En términos matemáticos, el algoritmo era fácil de construir, pero el tamaño de la matriz era apabullante”, explica Jorge Castañeda.
Si la algoritmia es la ciencia del cálculo aritmético y algebraico, el algoritmo viene siendo la alteración del “guarismo”.
Mejor que nosotros lo sabe el matemático de la UNAM Luis Enrique Ramírez que el miércoles 5 de julio advirtió en La Jornada que se podría utilizar un cierto algoritmo en el recuento por el IFE de las actas de ese mismo miércoles. Lo había inferido del análisis matemático que hizo del “comportamiento errático y tendencioso de los resultados que arroja el PREP”.
El problema está, según él, no en los datos de entrada sino en un algoritmo matemático que se activa ya sea con una clave o con el reloj de la misma computadora.

1 comment:

Anonymous said...

Muy buen post.
En donde existe el poder, todo lo que se encuentre alrededor servirá como disposivo de poder o de contrapoder. Y la tecnología no es la excepción. Cierto, ciber fraude, pero tambien cierto: ciberciudadanía, cibermovilización.

Gracias