Friday, January 25, 2008

Los nuevos guías espirituales de la nación

Una de las diatribas más leídas y polémicas de los últimos años contra los “comunicadores” es el pequeño libro se Serge Halimi, Les nouveaux chiens de garde (Los nuevos perros policías, periodistas y poder), que apareció en París en 1997 haciéndole honor al famoso texto de Paul Nizan escrito en 1932: Los perros guardianes (un violento ensayo contra la filosofía tradicional y una crítica despiadada a la indiferencia de los intelectuales). La traducción podría ser también “Los nuevos perros guardianes”, pero a estos cuadrúpedos en México más bien se les conoce con el nombre de “perros policías”.
Estos especímenes equivaldrían al ejército de locutores, conductores, “reporteros”, que defienden en todo el país, las 24 horas del día y en cadena nacional, a los cárteles de la televisión mexicana. Ocupan ahora el lugar que antes cubrían los sacerdotes o los intelectuales.
Halimi, especialista en medios, es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Berkeley y colaborador frecuente en las páginas de Le Monde Diplomatique. Su panfleto —dicho sin connnotación moral ni peyorativa, más bien en el sentido que al panfleto se le daba en los tiempos de Paul-Louis Courier— enfoca sus baterías contra la nueva clase de periodistas que han proliferado en nuestro tiempo alrededor del mundo y sobre todo en Francia.
El autor francés hace una amarga e irónica denuncia de los “comunicadores” y su transformación actual en cortesanos del poder que no ven a los lectores como ciudadanos sino como atolondraos consumidores de una mercancía que se llama información y que es muy maleable. Piensa que hoy más que nunca se mantiene el cordón umbilical entre el poder y la prensa.
Sostiene que por definición las informaciones son volátiles, caducas, tanto las radiofónicas como las televisivas y las impresas: son efímeras, y quienes viven de transmitirlas conllevan tales relaciones de poder con los dueños de los grandes cárteles de la comunicación que hoy en día se han convertido en sus propagandistas y defensores. Estos “mercenarios”, como Halimi los llama, manipulan, ocultan información, siguen las directrices que sus patrones les marcan y procuran legitimar lo que se conoce como “pensamiento único”. Se benefician de canonjías (sueldos muy altos, casas baratas, boletos de avión, vacaciones pagadas, regalos, negocios, automóviles, préstamos de bajo interés) y llegan a creerse importantes, tanto como los políticos lo decidan —al tomarlos en cuenta— para condicionarlos y utilizarlos como pregoneros de sus intereses.
Además, ya en su escritorio y frente a su computadora, plagian con toda impunidad: se roban ideas y frases ajenas (de Internet, por ejemplo). Mientras en Estados Unidos, por ejemplo, el plagio es causa de desprestigio profesional y en las universidades puede justificar el cese del estudiante o del profesor, en la prensa francesa el periodista plagiario disfruta de una total impunidad. La técnica consiste en sustraer del artículo de algún colega los análisis y las investigaciones, hacerlos propios, y citar al desgraciado una sola vez, en un tramo perdido y accesorio del texto. Por si lo atrapan en falta, el plagiario tiene la audacia de citar al autor como prueba de su buena fe, pero escondiendo mucho su nombre, ocultándolo, como sólo saben hacer los periodistas.
Toda esta decepción, según Halimi, ha venido a significar que el periodista se ha venido a poner al servicio de los intereses de clase. La proximidad con ciertos dirigentes, la frívola propensión a un estilo de vida cortesano, los choferes y las camionetas blindadas, la disponibilidad para trasmitir una visión conformista de la realidad, han metido al periodismo en un sistema de casta. Las consecuencias más visibles son la pérdida de la credibilidad, la disminución de los lectores, y el empobrecimiento de la dialéctica social. Mientras tanto, los llamadas códigos deontológicos —un simulacro, una máscara- no podrán modificar la coyuntura, que se ha vuelto un sistema.”
Las empresas de la comunicación no tienen murallas. Los locutores forman son sus murallas.


http://periodismoimpreso.blogspot.com/

4 comments:

irma domínguez said...

Admirado Maestro Campbell:
Le escribo para decirle que disfruto mucho su blog "Hora del Lobo" y que aprendo mucho de él. No está de más decirle que pertenezco a una familia guerrerense, de gente muy crítica en donde hemos leído con mucho interés y gusto sus libros sobre el poder.
Con su espléndido blog fui a dar porque me propuse dar yo también mis primeros pininos con un blog a la vez juguetón y crítico. Le puse el título de "Lobo, ¿estás ahí?". Llevo poco tiempo con él, pero en una de sus entradas hago un comentario sobre su artículo contra los perros guardianes de la prensa. Chance y contribuyo tantito para su egoteka -que por cierto todos tenemos, lo confesemos o no-. Pues sería un enorme honor y privilegio que todo un señor escritor e intelectual crítico de su calibre visitara el blog de una veinteañera de paso incierto e inexperto como servidora. Si tiene tiempo y ganas de hacerme esa deferencia, puede hallarla en la dirección:
loboestasahiii.blogspot.com
Un atento saludo y éxito en sus actividades literarias.
Irma Domínguez

Marcos García Caballero said...

No pus éste artículo tiene mucha trascendencia. Coincido totalmente con los planteamientos del autor, a quien no conozco, pero siempre he leído (su libro tijuanenses). Una ocasión hice un ensayo de gran difusión sobre sus "Entrevistas con escritores". De cualquier forma los amigos comunes de Loreto Baja california, no se olvidan, así como muchos, de la importancia de sus textos. Cuándo regresa a aguascalientes maestro? Ahí estaremos para escucharlo.
Marcos García Caballero, escritor, maestro o lo que sea.

Federico Campbell said...

Quienes hacen comentarios nunca dejan su mail, asi que no puedo contestarles. Federico Campbell

Dejadlo.

Anonymous said...

Por que no:)