Tuesday, October 17, 2006

Oro azul

Maude Barlow y Tony Clarke, que han dedicado su vida en Canadá a la batalla ecológica por un mundo más habitable, llaman la atención sobre la posibilidad —muy real, muy previsible— que de que en dos o tres décadas más el planeta deje de tener agua suficiente. Su muy bien documentada argumentación se encuentra en Blue Gold: The Fight to Stop the Corporate Theft of the World's Water. Ed. The New Press New York, 2002
Su alarma no es sólo suya. Un vicepresidente del Banco Mundial advirtió el año pasado:
"Las guerras del siglo que viene serán sobre el agua."
La crítica más acuciosa de los autores apunta a las grandes empresas transnacionales que comercian con el agua potable, como Evian, Coca Cola, PepsiCo, Naya. Al paso que vamos, estrenando el siglo, la dotación natural de agua será insuficiente. Por lo pronto en Inglaterra y Francia, donde el agua ya se ha privatizado (como en Argentina), empieza haber algunos signos de escasez. Diez son las compañías que dominan el mercado internacional y entre ellas las que se llevan la parte del león son dos francesas: Suez y Vivendi.
Otros libros —como Water, de Marq de Villier, Cadillac Desert, de Marc Reisner, y Every Drop for Sale, de Jeffrey Rothfeder— se han ocupado del mismo tema, pero Blue Gold se distingue por el análisis económico del agua como un recurso a la baja.
Las empresas de agua embotellada, en cuanto a utilidades, son de las de mayor crecimiento hoy en día y las reglamentaciones nacionales que intentan regirlas abundan en huecos legales. Compran a los estados los derechos para explotar los flujos de agua "fresca y natural" al tiempo en que se empiezan a secar no pocas fuentes.
Amparados en la libertad comercial y el "espíritu de nuestra época", el mercado libre comúnmente aceptado según el "consenso de Washington", las transnacionales del agua toman poco en cuenta los problemas derivados de las sequías y el control de las aguas destinadas al riego en las zonas agrícolas. No atienden el interés general de la población ni les inquieta el hecho de que el consumo mundial de agua se duplique cada veinte años, más del doble de la tasa de crecimiento poblacional.
Contra lo que podría presumirse —por la abundancia de lluvias en muchas áreas del globo, y la capacidad cíclica de la Tierra para recuperarse—, los autores abundan en datos que ilustran el descontrol y el abuso de las transnacionales y sostienen que la oferta natural hidrográfica no es inagotable. Creen que el agua no debe privatizarse. Ya se está viendo, añaden, que las familias pobres pagan más por el agua que sus vecinos ricos. Coca Cola y Pepsi, además, ya se apropian de los suministros municipales. Por otra parte, el problema no está disociado del de la contaminación de las presas, los lagos y los ríos. Todo es ganancia. Hasta por el agua potable tenemos que pagar.
Y es que el agua, dicen, no se puede tratar igual que otros recursos, como una simple mercancía. Aparte de una necesidad, el agua es un derecho. Es un error que algunos gobiernos concedan el control de los derechos del agua a las grandes corporaciones. Es un error que en los tratados comerciales, como el celebrado entre México y Estados, se abra la posibilidad legal de hacer concesiones de agua a los comerciantes.
Su proposición plantea varias metas que hay que alcanzar; sugiere una estrategia para legislar correctivamente el problema, y toma en cuenta la participación de las organizaciones ciudadanas.
El enfoque de la obra es económico y político. Analiza las crecientes ganancias de las empresas y expone datos sobre el impacto ecológico. Con todo, su información no es excesivamente técnica y es comprensible para cualquier lector.
La contribución más importante de la obra es que amplía el nivel de conciencia respecto a la problemática del agua en el mundo.
Una de las críticas que se le han hecho a Blue Gold insinúa que es un poco superficial en el examen de ciertas regiones y que al descargar toda la responsabilidad a los grandes negociantes —los malos de la película— se descuidan otras causas de la crisis del agua en el mundo. Sólo, dicen, se menciona en Blue Gold muy de paso la agricultura, que utiliza el 70 por ciento de los recursos acuáticos. Mejorar los métodos de conservación del agua (racionalizando los sistemas de riego o promoviendo el goteo al estilo israelita) podría permitir sustanciales ahorros. No se le da, por otra parte, suficiente crédito a organizaciones que se han esforzado por atenuar el desperdicio del agua, ni se pone énfasis en la educación de los consumidores que la desperdician en la vida cotidiana.
El estilo de la exposición es llano y está más cerca del ensayo periodístico que del análisis académico. Tiene cerca de 300 páginas y no se aprecia ningún tramo inútil. Es posible que peque de inexactitud en algunos datos, como los que se exponen sobre el hundimiento de la ciudad de México.
"La ciudad de México, literalmente hablando, se está quedando sin agua. Dicen los expertos que la ciudad podría secarse completamente en los próximos diez años." Y la crisis no se limita a la capital. Los años de sequía han dejado al estado de Sonora "tan seca como un hueso".
Lo que se subraya en el libro es el reconocimiento del agua como parte esencial de la vida y el derecho de todo ser humano al agua, independientemente de su status social o económico.

http://campbellobo4.blogspot.com/

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