Saturday, May 13, 2006

El contexto

No hay pruebas de que se esté preparando un golpe mediático-electoral, en el sentido en que se dice que para organizar un golpe de estado es necesario ir creando un contexto. Lo habitual en estos casos (porque además no tiene mucha ciencia) es que para una operación de desestabilización lo que procede es ir construyendo una atmósfera a través de la propaganda, es decir, de la televisión y la radio. Si la realidad no es como nos gusta, entonces la inventamos. Hay que preparar a la opinión pública.
Lo que se supone, de ser cierta la improbable hipótesis, es que justamente para ir creando un ambiente propicio que haga el golpe creíble hay que empezar por arreglar gradualmente —poco a poco, de un mes a otro— las encuestas y aprovechar su rentabilidad política y propagandística: entre más cercanos uno del otro estén los contendientes menos difícil será promover un fraude mediático-electoral. Si uno de ellos se fuga del pelotón (para usar una expresión del ciclismo) y se adelanta separándose mucho de quien le precede entonces sí, en ese caso la intentona de fraude resulta más difícil.
Sería la estrategia del miedo.
“El terror y el miedo que nos fascinan son ahora fuerza esencial de la estrategia de toda contienda”, sostiene José Vidal-Beneyto.
Pero a nadie le consta. Ni siquiera sería recomendable leer a Curzio Malaparte y sus reflexiones sobre las técnicas para un golpe de Estado porque tampoco se trata de la teoría de la relatividad. Sería capcioso también presumir un sabotaje orquestado desde Washington como el que se utilizó para moverle el piso a Salvador Allende en 1973. No hay pruebas de que dirigentes del PAN y ejecutivos de Televisa se hayan reunido en casa del director del Cisen a fin de pactar un compromiso entre Televisa y el PAN. A cambio de aprobar sin chistar las reformas a la nueva Ley de Radio, Televisión y Telecomunicaciones, los panistas recibirían todo el apoyo de Televisa para hacer triunfar a Felipe Calderón. Una cosa por la otra. Más que con dinero contante y sonante los habrían sobornado con “tiempo en pantalla”. Sin embargo, en los últimas semanas la confirmación de este pacto ha sido ambigua. A veces parece que sí, que se le da mucho vuelo a Calderón y se minimiza lo que hace y dice López Obrador. Y por otra parte en ocasiones no se ve tan descarado el apoyo, acaso porque no hubo un arreglo por escrito o porque una de las partes, la de los medios audiovisuales, está traicionando a la otra, no quiere perder la credibilidad y sabe —por encuestas tan secretas como confiables— que el supuesto puntero no es el que se dice.
Las malas artes de la manipulación televisiva no son nada del otro mundo. Hasta un niño con una cámara puede practicarlas. Se trata de enfatizar o de atenuar un rostro, una actitud, una declaración. La “técnica” consiste en hacer un acercamiento al personaje (a Manuel Espino, por ejemplo, cuando declara a los cuatro vientos que el DC3 cargado de droga y procedente de Venezuela es para la campaña del PRD) y darle alguno minutos en pantalla, aunque después en otros canales de la empresa —en horarios de menor audiencia— se contextualice en su justa dimensión la calumnia para taparle el ojo al macho. En contrapartida, esa misma “técnica” se aplica escogiendo un mal ángulo del candidato indeseado, una frase desafortunada o una situación ridícula, como las que se dan cuando a los candidatos los llenan de flores y les ponen sombreritos estúpidos.
A nadie le consta, pero no deja de ser una especulación surgida del imaginario colectivo. Tampoco hay pruebas de que desde los Pinos esté actuando de manera furtiva un asesor que aconseja a Fox en materia de “estrategia” electoral (ahora para todo se dice “estrategia”, término militar) y que con un equipo de señoritas

—que hablan de parte del “gobierno federal”— realizan “encuestas” y tratan de convencer al encuestado de que vote por Felipe Calderón.
Ramón Muñoz Gutiérrez se llama ese personaje que viene siendo para Fox lo que Córdoba Montoya para Salinas de Gortari. ¿Quién es el señor Muñoz?, se pregunta uno como si tratara de un video o un video hiciera falta para conocerlo. ¿De dónde salió? ¿Dónde estudió? ¿Estudió? Hasta ahora no ha habido pruebas de que sea el gran conspirador de Palacio. Lo poco que se sabe del enigmático consejero es que ya es candidato plurinominal por la franquicia del PAN para senador y que ya se le pasó el lapso de 90 días para renunciar a su puesto en los Pinos antes del 2 de julio en un momento, por lo demás, cuando los senadores o diputados “plurinominales” ya no tienen razón de ser.
El periodista Álvaro Delgado, que le ha tomado las placas, lo asocia a la ultraderechista Organización Nacional de El Yunke (junto con el carismático y encantador Manuel Espino) en la que

—se dice, pero no hay pruebas, a nadie le consta— lo inició Gerardo Mosqueda Martínez, como si en esa honorable sociedad hubiera ritos de iniciación.
Pero no hay pruebas de nada. A nadie le consta. No se sabe nada. Lo único que alcanza a barruntarse —pero no hay pruebas ni testigos oculares— es que los medios masivos de propaganda y los encuestadores telefónicos se afanan en la confección de un contexto, un humus: una capa superficial del suelo, constituida por la descomposición de materiales animales y vegetales. Un humus. Un estiércol. Un abono. Un contexto.

1 comment:

hormiga said...

me gustaron especialmente las ultimas linesas.Entre aqui buscando un comentario de la hora del lobo, y bueno me pasare de vez en cuando para leerte. La manipulaciion, el contexto... crean monstruos o los monstruos siempre fueron monstruos, el humano el ser ams listo o mas violento .muxus!