Tuesday, September 09, 2008

La intimidad del desierto

¿De qué manera el narcotráfico ha incidido en el imaginario colectivo de un pueblo sonorense? Ése es el tema de la tesis de Natalia Mendoza Rockwell:LA INTIMIDAD DEL DESIERTO. Moral, identidad y tráfico de drogas en un lugar complicado. Reflexión etnográfica.Su análisis de las percepciones que en el pueblo de Santa Gertrudis se tienen sobre el trabajo, el dinero, los bienes de consumo y la ostentación abre caminos interesantes para el estudio del crimen organizado y su implantación en comunidades específicas en otras ciudades del país. La misma metodología etnográfica podría transferirse a una ciudad fronteriza como Tijuana para estudiar, por ejemplo, cómo la sociedad tijuanense ha asimilado la cultura del narco e integrado en sus esferas más altas a familias y parientes de narcotraficantes. También podría imaginarse un análisis de los cambios que se han producido en la moral ambiente, en las relaciones laborales y amorosas, de todo el país: una suerte de indagación en los cambios de mentalidad a nivel nacional.¿Qué consecuencias ha tenido la economía criminal en el imaginario colectivo del mexicano?La estudiante del Colegio de México —que tuvo como director de su tesis a Fernando Escalante Gonzalbo— se acerca a los habitantes de Santa Gertrudis como entrevistadora de campo.* * *—¿Al patrón de tu papá lo has visto? ¿Lo has visto?—Es chaparrito, siempre de trajecito. Nunca en la vida me ha tocado ver a una persona con tanto pinche dinero y que sea tan servicial, tan buena gente. A los burreros les habla de por favor, de usted. Y siempre trajeadito. Es super educado, por eso la gente luego le achaca que es joto. Lo que pasa es que es muy educado y político para hablar.· * *—¿Has andado con judiciales?—Con uno, con E.—¿Cómo era?—Es una misma pinche cosa. Yo no hallo mucho la diferencia entre judiciales y narcos. Hacen los mismo. Lo único es que trae charolita.—¿Cómo era?—Buena onda, medio mamonsón, típica actitud de mafiosito mamón. Andaba en lo mismo. Aquí nada más se trata de agarrar feria, a la gente le vale madre, Nadie, menos los judiciales, ninguna ley.* * *—El dinero del narcotráfico se parece al dinero de las apuestas, que es el otro que no dura y tiende a crear desgracias. No se gana, porque no implica trabajo.* * *—El tráfico de drogas ofrece una especie de subsidio, un tiempo de gracia, al viejo estilo de vida; permite mantener ranchos que ya no son rentables, permite no migrar y, sobre todo, no incorporarse al mercado del trabajo asalariado.* * *
—¿Te has imaginado ser tú una mafiosa?—Pues sí, alucinando, acá…—¿Y cómo te imaginas?—Perrón, acá, chingona. Con un carro poca madre, arreglada con batos pesados y la chingada…—¿Alguna vez lo has hecho?—No mames, morra, no te puedo contar eso. Siento como si mi amá me estuviera oyendo.* * *—Ahora ya no encuentras quién te limpie el corral o te arregle un cerco. Prefieren aventarse tres días burreando y ganar lo de un mes.—¿Está mal?—Para nada, es un trabajo como cualquier otro. Tiene sus riesgos, no es tan fácil, no matas a nadie. Que lo vean mal es otra cosa. Pero dinero fácil… dinero fácil pura madre. Es una pinche putiza.* * *La autora se pregunta si no fue el exotismo de la narcocultura lo que la llevó a ese pueblo del norte de Sonora. En lugar de ello se encontró con la vigencia de la moral y las normas rancheras de la tradición cívica sonorense. Sea como haya sido, su conclusión es que el narcotráfico como contracultura (los narcocorridos, la violencia, el machismo) es un fenómeno relativamente marginal. “Un cambio importante es un paulatino divorcio entre el esfuerzo y el mérito, que era uno de los pilares de la sociedad ranchera de Santa Gertrudis, una progresiva devaluación del esfuerzo físico”.La gente se va al narcotráfico hormiga para hacerse de mil o dos mil dólares en un par de días, pero sabe que el “dinero fácil” también se va fácilmente de las manos.“El dinero de la burreada te dura una semana, y se me hace mucho. En dos o tres días ya no tienes un cinco. Es rara la gente de aquí que se dedique al narcotráfico y que tenga algo.”En cuanto a los criterios identitarios siempre hay diferencias y clases entre los nativos de Santa Gertrudis: el peligro viene del sur y los únicos que matan son los sinaloenses. No sólo no es lo mismo un narco colombiano que uno mexicano, sino que nadie en Santa Gertrudis diría que es lo mismo un narco del pueblo que uno de Sinaloa.Nunca había habido tanto dinero, tantas casas lujosas, pero prevalece la sensación de que todo se derrumba, de que todo y todos están corrompidos, de que el precio moral que se paga por ese auge es excesivo.
Con la coca las borracheras duran más.Lo paradójico es que Santa Gertrudis es un pueblo moderno: con una carretera que lo parte por la mitad, a una hora de la frontera con Estados Unidos, con tres cafés de internet, con una enorme densidad de automóviles, teléfonos celulares y aparatos de televisión. Un lugar con un mínimo de analfabetismo, con seis escuelas primarias laicas; un lugar cosmopolita: donde hace muchos años llegaron chinos, japoneses, franceses y un par de griegos, donde pasan diariamente miles de personas de todo México y Centroamérica y algunos de Venezuela, Brasil, y hasta de Filipinas, Rusia y China.

Monday, September 01, 2008

Los demonios de la depresión


Vivo sin vivir en mi
y de tal manera vivo
que muero porque no muero.
—Santa Teresa

Escribe Anamari Gomís que hay situaciones mucho peores que la sintomatología depresiva, pero justo por eso “la depresión es como un demonio que trastorna la percepción del mundo”. Lo dice en su más reciente ensayo: Los demonios de la depresión, incluido en la colección Quirón y que ha sido publicado por las editoriales Turner, Ortega y Ortiz, Wyeth, Conaculta, con un apoyo de la Secretaría de Salud desde los tiempos de Julio Frenk.
El libro debe su amenidad al talento narrativo de la autora, novelista y maestra de letras en la UNAM, que entre otros libros ha escrito las novelas Ya sabes mi paradero y Sellado con un beso.
Es muy encomiable esta colección que dirige el escritor Mauricio Ortiz porque busca recoger la experiencia del paciente, que en este caso es un escritor, y no la postura clínica profesional de un médico, salvo en el caso de Francisco González Crussi que ha enriquecido el catálogo de Quirón con La fábrica del cuerpo. Hasta ahora han salido a la luz Migraña en racimos, de Francisco Hinojosa, Sangre, de Julio Hubard e Itinerario del intruso, de Julio Derbez.
A estas alturas de la historia —desde los pensamientos de los griegos sobre la bilis negra o el clásico libro de Robert Burton Anatomía de la melancolía— parece que hay ya un consenso acerca de los orígenes de la enfermedad: que es de orden orgánico y que tiene su causa en la actividad bioquímica del cerebro, corazón de las tinieblas y de las emociones más raras. Ciertos cambios en la actividad cerebral, anota Anamari Gomís, desatan la perturbación. Por lo general la depresión se hereda, aunque no se ha podido identificar genes específicos. “El quid del asunto es que si los neurotransmisores, los mensajeros químicos del cerebro, varían por alguna razón de equilibrio, se abre un frente para que el individuo se deprima.”
Anamari Gomís habla desde su experiencia constante y profunda. Su malestar desde muy joven, dice, se vincula con una tristeza abismal, una oceánica ansiedad y un miedo paralizante. Hay quien no puede levantarse de la cama, ni bañarse ni nada. “La depresión aguda despersonaliza a tal grado que se está ausente de uno mismo. ¿Quién soy y qué hago en este mundo? ¿Qué sentido tiene la vida? La depresión no distingue colores. Todo le es gris. La película va del blanco al negro. “Nada parece tener sentido”, dice la escritora. “La realidad se distancia, aunque no se disloca como en el caso de la esquizofrenia. Pero esa lejanía despierta esa sensación de encierro. De pronto, uno no pertenece al mundo y a sus trasiegos, y todo comienza a volverse ajeno”.
Hasta donde sabemos o deducimos, seguramente debió haber sido aterrador padecer la depresión en años o en siglos anteriores, cuando no había medicamentos que la domaran, cuando no había tafil, prozac, ni effexor ni psicoterapeutas. La buena noticia es que la depresión, tarde o temprano, se cura. “Nadie hundido en esta aflicción debe sobrellevar el mal como una condena. Se puede aliviar, como se alivian otros padecimientos.”
El deprimido construye su propio infierno. Se pone en contra de sí mismo. Implacable. Sin causa aparente decide que nada vale la pena, poco a poco “empieza a bregar con un tsunami de sensaciones y de estados de alienación tales” que muy pronto lo dejan anonadado hasta tocar fondo y reconocer que necesita ayuda porque nadie sale de la depresión por sí solo. Se trata de una enfermedad y requiere de medicamentos tanto como los que necesita un diabético o alguien que sufre de insuficiencia renal.
Entre estas dilucidaciones la autora se demora un momento para referirse a la serie televisa de Los Soprano y advierte que allí se hace uso —por primera vez en el cine— del psicoanálisis como parte de un motor narrativo. El personaje de Toni Soprano “expía una depresión mayor, matizada con ataques de pánico” y se atreve a consultar a una psicoterapeuta que luego pasa a ser un personaje muy importante en la historia.
Pero la fuerza del relato está en la primera persona, en la subjetividad de la autora que cuenta la experiencia de su propia depresión y no elude el sentido del humor si viene al caso. Habla, en sentido metafórico, de los demonios que lo atrapan a uno como si fueran verdugos, “que nos despojan de nuestra precaria armonía, de nuestra identidad maltrecha, de nuestra alegría por la vida, y que nos sumergen en un diabólico mar de angustias, de culpa y de lobreguez”.
En ese tono sobrevienen los capítulos dedicados a la conciencia de la muerte, al miedo, al desasosiego que significa la edad, el paso del tiempo, el temor a la enfermedad, al yo deprimido, a la incapacidad de hablar o de gozar de la sonata para piano favorita, al tormento que significa asistir a una cena o a un cocktail. Y si se refiere a la “bruma anímica que surge de una tarde lluviosa” es porque todo el libro está dado en un lenguaje preciso, no pretendidamente poético pero sí bello y exacto, que iguala la emoción y el pensamiento. También comparte sus ideas acerca de lo que significa estar de regreso de una crisis depresiva y del valor que tiene la convivencia con los animales.
“Está comprobado que la presencia de animales en la casa fomenta el bienestar físico y psíquico. Como ya he dicho, tengo tres perros y una gata. Estar con ellos siempre me relaja.”
Es un libro conmovedor, inteligente, útil, informativo, honesto y compasivo. Todos necesitamos leerlo.






La ley de la sierra


El cielo es el lugar
más bello de la tierra.
—Air France


En algún momento de mi adolescencia fantaseé con la idea de estudiar aviación en Zapopan pero contradictoriamente lo que más me daba miedo en este mundo era volar. La primera vez en la vida que me subí a un avión fue en un DC-7 (de México a Tijuana, el famoso vuelo 179) cuando murió mi padre en 1960. Y luego volé en los pequeños aviones fumigadores de mis amigos en Huatabampo y Navojoa. Por eso me interesó tanto la obra de Antoine de Saint-Exupéry: Vuelo nocturno, Piloto de guerra. Me gustó también mucho la novela de William Faulkner que tiene que ver con la aviación: Pylon, y la parte de su biografía que recuerda el avión en el que su hermano se mató y que él le había regalado. Podría discernirse muy bien el tema de la aviación en la novela de Faulkner; él mismo fue piloto de la fuerza aérea canadiense durante la Primera Guerra Mundial y de esos años procede uno de sus cuentos: “Todos los aviadores muertos”. En uno de los míos hay una elaboración sobre el vértigo de la aviación, la fascinación por los aviones que con madera y papel de china construye el joven personaje narrador. Por ese lado me interesó la historia de Atilano, porque hablaba de un cherokito al principio, el modelo más pequeño de la Piper, en lugares que me gustaban por sus nombres: Yécora, Sonora, Santiago de los Caballeros, Chihuahua, Badiraguato, Sinaloa. Me interesaba rescatar del periodismo esa historia y aludir al corrido de Los Tigres del Norte, “El avión de la muerte”.
Conozco muchas de sus canciones. En una, “La mafia muere”, hablan de una colonia de Culiacán, Tierra Blanca, que fue otra cosa en los años 50 y 60, y actualmente es un barrio de clase media común y corriente. Los Tigres recogen una temática que se les ocurrió más bien a Los Alegres de Terán y a Paulino Vargas, uno de los mejores compositores de corridos inspirados en el narco. Hay una moral en la que los malos y los buenos no son los que persigue y juzga el Estado, la ley o los periódicos o la sociedad. Muchas veces un policía traficante aparece como un personaje positivo en el corrido norteño. Luis Astorga ha escrito sobre los corridos que nunca han llegado ni llegarán a las grabadoras de discos o de cintas, que cantan los tríos y los conjuntos en las zonas rurales de Sonora y Sinaloa, y que son como una especie de noticiero de la saga en la que han perecido muchos jóvenes de la región.
La historia que cuentan Los Tigres es la de un muchacho de treinta y tantos años de Yécora que trabajaba como piloto de avioneta en la sierra. Ser piloto de montaña es una especialidad, no cualquiera puede hacerlo; se requiere una práctica muy especial. Se necesita haber nacido en esa zona, porque la sierra tiene sus secretos y sus altibajos, hay cambios de presión, clima, temperatura; el mercurio sube y baja y hay épocas en que hay que saber leer muy bien el cielo para lograr una navegación segura, para decidir volar o no volar. “Vale más estar en tierra deseando estar arriba, que estar arriba deseando estar en tierra”.
Es la historia de una confusión: quienes persiguen el delito en México, los miembros del ejército y de las diversas policías, de pronto interpretan que alguien está en el negocio de las drogas. Lo que pasó con Atilano fue que tuvo fallas en vuelo, en una piper cheroke, y entonces fue descendiendo poco a poco hasta tocar tierra porque estaba fallando el motor. Al bajar se le rompió la hélice y entonces dejó estacionado allí en Santiago de los Caballeros el cherokito y regresó a Yécora (no sé si en una camioneta o un tren), y al día siguiente volvió en una cesnna con la hélice que faltaba y un mecánico para colocarla. Entonces los aprehendieron unos soldados y los torturaron. Pero después le dijeron: “Ahora vámonos a la base militar, al cuartel, llévanos tú en la avioneta.” Se sentía tan destrozado, tan deprimido, tan humillado, que ya en vuelo decidió suicidarse pero llevándose consigo a los dos soldados que lo habían torturado. Dicen que pensaba estrellarse contra el cuartel de Badiraguato pero que vio cerca de ahí una escuela y unos niños y unas maestras, y entonces cambió el rumbo y se clavó contra un cerro.
Para el cuento “La ley de la sierra” inventé unas cosas en relación con la descripción del vuelo; de lenguaje, por ejemplo: Atilano sintió que el motor se empezaba a infartar. Me gustó decirle infartar al hecho de que se descompusiera el avión porque cuando se utiliza un verbo adjudicable a un ser orgánico entonces se está humanizando al avión. Cuando se dice que empezó a infartarse se está diciendo que el avión tiene una condición humana, se le está dando vida y por tanto se le está melodramatizando aún más.
Me interesaba presumir que yo sabía esas cosas de escuela de aviación porque mi amigo Leobardo Mendívil Escalante, capitán piloto aviador, me hizo conocer la última prueba que le pone a sus alumnos en el Valle del Yaqui: se pone arriba en línea recta, vertical, sobre el aeropuerto y empieza a apagar y debilitar el motor en vuelo, se deja caer pero en espiral descendiente, alrededor de la pista y una vez que está muy abajo va planeando con la inercia que le queda al motor casi apagado, lo apaga totalmente y se enfila y desliza sobre la pista con la pura aviada. Cuando digo que Atilano se deja caer en espiral estoy hablando en un lenguaje técnico de pilotos. También le agregué el detalle de que se iba a lanzar sobre un cuartel en Badiraguato pero que se arrepintió porque allí junto había una escuela llena de niños. Este dato sólo está en la letra de Los Tigres del Norte.

http://horalelobo.blogspot.com/